jueves, 22 de noviembre de 2012

11.


¿Han vivido esos episodios donde en apenas un segundo sienten que la emoción las embarga hasta el punto de ver borroso y desear desaparecer? Bueno, algo así me pasó a mi al estar ahí parada viendo a Ian en medio de mi apartamento. Nos miramos unos segundos en que ninguno dijo palabra –en parte yo no me sentía apta para abrir la boca y decir algo coherente-. Había desafío en su mirada y algo más… probablemente expectación. Me había dado cuenta que siempre era difícil comprender las reacciones y pensamientos de Ian, sin embargo comenzaba de a poco a intuir sus gestos. Estaba claro que esperaba que yo hiciese el primer movimiento.

-          ¿Qué haces acá? – dije luego de un buen rato. Miré hacia el pasillo y no me quedó otra que acercarme hasta él, no quería correr el riesgo que mamá escuchase algo de la conversación que tendría con un fantasma en medio de mi living- ¡Esta es mi casa! – exclamé aún reteniendo el tono de voz a niveles bajos.
-          Supuse que sí…
-          ¿Cómo sabías que vivía acá? ¿Cómo es que mamá pudo verte? ¿Eres de los que controla eso?
-          ¿Es importante? – preguntó cruzándose de brazos. Bufé y toqué mi frente, cerrando los ojos y tratando de comprender.
-          Sé que estás muerto…- solté de pronto.
-          Lo sé. Sé que sufriste una caída y te desmayaste, espero que no haya sido por tu… nuevo descubrimiento…

¿Estaba burlándose de mi de nuevo? Lo miré y apreté la quijada, en un intento de obligarme a pensar bien las cosas que diría a continuación.

-          ¿Cuál era tu objetivo en todo esto, Ian? – pregunté prácticamente escupiendo cada palabra.- Tus apariciones en mis almuerzos, la invitación a la playa… ¿Qué demonios pretendías?
-          ¿Debía pretender algo?
-          Oh, veamos… no sé…- repliqué en tono ácido- Se podría decir que mentiste sobre qué eres, también sobre tu nombre, porque al parecer te llamas Benjamin… y mentiste sobre un montón de cosas más.
-          La verdad no… - replicó torciendo una sonrisa que sólo logró exasperarme aún más.- Mi segundo nombre es Ian, jamás usé el Benjamin… odio tener el nombre de mi padre, nunca me gustó que me llamasen así.- explicó con naturalidad.- Y del resto, creo que estas equivocada, no te he mentido en nada, sólo obvie un detalle…
-          ¿Decirme que estabas muerto?  ¿No es más que un detalle?
-          Bueno, no es mi culpa que tu cabeza haya estado en otro lado como para no darte cuenta de eso…
-          ¡Ja!  Y tú no podías hacerme el favor de hacérmelo notar, ¿no? – comenté ácidamente.
-          Bueno, no es como la mejor presentación de todas “hola, soy un fantasma”.

¿Qué tenía este chico que siempre lograba sacarme de mis casillas?  Me alejé y volví sobre mis pasos, acercándome más a él, apretando los puños de pura frustración, ¿cómo pude ser tan estúpida?

-          ¿Y qué demonios haces en mi casa? ¿Y… y cómo es que mi madre te vio? – pregunté de nuevo, prácticamente arrastrando las palabras, pero quería respuestas y él tendría que dármelas.
-          Si quiero ella puede verme… como dijiste antes, “lo tengo controlado”- nuevamente burla en su voz.

Oh, claro, el pequeño gran detalle, los fantasmas más experimentados lograban controlar en qué “planos” moverse, si ser vistos o no por los humanos comunes. Me senté sobre el sillón y sostuve mi cabeza entre las manos, sentí el peso del cuerpo de Ian a mi costado derecho.

-          Quería saber si estabas bien… oí a tus amigos decir que te habías dado un buen golpe en la cabeza…

¿Acababa de enterarme que él era un muerto que había asesinado al asesino de su hermano y él se preocupaba por mi estado de salud?

-          ¿Por qué yo? – pregunté luego de uno segundos de silencio. Continuaba mirando hacia el piso, me negaba a mirarlo a él.
-          No fue premeditado si es lo que quieres saber… simplemente yo estaba ahí, tú me viste cuando se suponía que nadie podía verme, luego te hablé y respondiste y supe que tenías un talento especial escondido…- respondió con naturalidad.
-          ¿Y entonces qué? – añadí reincorporándome en el sillón y mirándolo fijamente- ¿Decidiste que era una buena candidata para ser tu nueva mejor amiga? – se encogió de hombros, parecía absolutamente inmune a mis mejores intentos de comentarios ácidos y voz irónica, lo que por cierto me exasperaba aún más.
-          Descubrí que me agradabas, eso es todo…

Esas palabras, sumadas a la mirada potente y fija en la que me vi atrapada en apenas un segundo hizo que todo mi interior se revolucionara de manera vergonzosa y catastrófica. No podía ser que al mirar a un fantasma -¡Un fantasma!- me sintiera como adolescente enamorada. Simple. No podía enamorarme de un fantasma, sería el top de las cosas más estúpidas que podría hacer en mi vida y terminaría desplazando del número uno a la vez en que me tomaron detenida por invasión de propiedad al tratar de ayudar a un fantasma.

Una cosa era ayudarles con sus problemas, otra muy distinta era enamorarme de uno de ellos. De hecho desde siempre había tenido muy claro que no debía fraternizar con ellos, con ninguno, Max era la excepción a una regla que por años me había obligado a cumplir, hasta ahora… claro que tenía a mi favor el hecho de no haberme enterado antes.

Casi podía escuchar la palabra “Estúpida”, amplificada unas cien veces por una voz en mi mente. Nos miramos un instante más y supe que lo que tenía que hacer era alejarlo. Ian debía desaparecer de mi vida si no quería crearme más problemas de los que ya tenía.

-          Debes irte.- solté bruscamente mientras me levantaba del sillón y hacía un ademán con las manos. Ian se levantó al instante conmigo y se cruzó de brazos.
-          ¿Es en serio? ¿Vas a echarme de tu casa?
-          ¿Y qué esperas? ¿Qué te invite a tomar el té? ¡Mi madre está a dos habitaciones de aquí y yo estoy hablando con un fantasma!
-          Ella no lo sabe.
-          Oh y eso es mucho más tranquilizador.- ironicé.
-          Debería…- respondió muy tranquilo. Chasqueé la lengua y cerré los ojos.
-          Ian, debes irte.
-          No quiero.- abrí los ojos y enfoqué su rostro, me miraba serio, en ese gesto en que lamentablemente se acentuaban sus facciones de manera estrepitosamente atractiva.
-          Si quieres que te ayude a pasar al otro lado, puede ser otro día…- espeté empujando su brazo en una nada cortés invitación a abandonar mi living.

Entonces pasó lo inesperado, él tomó mis manos y me observó como si hubiese dicho algo especialmente interesante y ridículo.

-          ¿Por qué ahora habría de querer seguir al otro lado? – preguntó lanzando un bufido. Pestañeé un par de veces, confundida.
-          ¿No es lo que quieren todos los de tu… condición?
-          No.- respondió seco.
-          Bien, ¿entonces qué?

Sentí que esa pregunta encerraba demasiadas respuestas que no estaba muy segura de querer escuchar.

-          ¿Entonces tú podrías hacer que un fantasma pase al otro lado? – preguntó, saliéndose por la tangente y acercándose a mi,  mirándome con una escéptica y genuina curiosidad en el rostro.
-          Pe… pensé que sabías…- tartamudeé de puro nerviosismo al notar de pronto la extrema cercanía de ambos.
-          No, eres la primera persona que logra verme en el plano en que se supone que nadie puede hacerlo, es lo único que sé de ti… - dijo ladeando un poco la cabeza y analizándome con su extraño color de ojos. Me sonrojé y él lo notó, porque inmediatamente esa ladina sonrisa hizo aparición en su rostro.
-          ¿Qué te pone nerviosa, Aria?
-          ¿Todo? – sí, soné a pregunta lo que hizo intensificar más y más mi sonrojo al sentirme además idiota frente a un chico… un chico fantasma, por lo demás.

Le vi alzar la mano hacia mi, sentí que me congelaba en mi sitio y no fui capaz de alejar mi vista de sus ojos, en una invisible e irrompible conexión. Su tacto fue prácticamente inexistente, de hecho, no pude constatar si efectivamente había o no tocado mi rostro.

-          ¿Vas a dejar Creeks? – preguntó bajando su mano y haciendo que al fin yo volviese a respirar con mayor tranquilidad. Arrugué el ceño sin embargo ante sus palabras.
-          ¿Por qué habría de dejar Creeks?
-          Bueno, acabas de enterarte que soy un fantasma y que hay un…
-          Casi toda mi vida he tenido que convivir con ellos… de hecho en este momento es probable que una mocosa de 7 años esté en mi habitación y cuya ficha de nacimiento data de 1910.- Ian me miró súbitamente asombrado, sus cejas oscuras alzándose – es Max…. historia larga, es algo así como que no he podido deshacerme de ella…- traté de explicarme antes de sentir que el piso era un lugar de lo más interesante para fijar la vista y desviarla de ese par de ojos celestes.
-          Entonces no tienes problemas en… interactuar con…
-          No…- le corté antes que terminase esa embarazosa y poco cuerda frase. Aunque con Ian al frente nunca me sentí tan… “abierta” a interactuar con fantasmas como en ese momento. Algo estaba mal conmigo y comenzaba a verlo con demasiada claridad.
-          Bien…- alcé el rostro y vi que comenzaba a caminar hacia atrás- Ahora que sé que estás bien creo que es hora de irme…

Lo miré y juro que me mordí la lengua para que no saliera la lastimera frase de mi boca diciendo algo como “¿Tan pronto?”. Se suponía que yo estaba furiosa, enfadadísima, se suponía que él no era el que decidía irse por cuenta propia, en mi mente la idea era que yo lo echaría a patadas, ¿por qué no estaba sucedido eso?  Comencé a caminar a la puerta conforme él también, por alguna razón era perfectamente capaz de caminar sin mirar más que a mis ojos y evadir todos los objetos en el decorado living de mamá. Nos detuvimos unos segundos mientras él sostenía el picaporte de la puerta. Me permití observarlo, su sudadera con capucha de color oscuro, abajo distinguía una polera negra, sus acostumbrados bototos y su pinta de chico malo y descuidado que iba perfectamente a la par con esa mirada cristalina que al mismo tiempo parecía esconder demasiados secretos.

Aquí una curiosa.

-          ¿Irás a la escuela mañana? – preguntó observándome.
-          Mamá quiere que me tome las cosas con calma… probablemente vuelva el lunes a clases…
-          ¿Qué harás mañana? – preguntó. Nuevamente ese sonrojo estúpido que comenzaba a odiar. ¿por qué demonios me sonrojaba por un fantasma?

Enfócate, Aria. Dile una mentira, dile que dormirás. Dile que…

-          Nada.- Oh, sí, mi boca era una increíble ayuda en esos momentos. Le vi ladear un costado de sus labios y me encontré pensando que ese era mi nuevo gesto favorito.
-          ¿Estarás sola?
-          Supongo…
-          ¿Eso quiere decir que puedo venir a verte?
-          Bueno, con que toques el timbre y no te aparezcas sólo así por mi habitación todo bien.- comenté tratando de alivianar el ambiente que de pronto me parecía demasiado espeso. El rió y vi lo que a todas luces era una mirada ladina y en cierta forma soez. ¿Qué demonios estaba pasando por la mente de Ian Weismann?
-          Si me lo pides puedo ser un caballero.- replicó bajando un poco el rostro, acortando la distancia entre ambos.- ¿Me lo pedirás?

A hombres –o fantasmas- como Ian Weismann deberían darles un manual de Carreño o algún tipo de instructivo para no acercarse a las chicas ni formular preguntas de esa índole como si estuviesen hablando del clima. Asentí, me sentí incapaz de abrir la boca y sonorizar la afirmación, lo cual hizo que me interior estallara de pura rabia. Sabía que ese tipo de reacciones eran “normales” en una adolescente de 16 años como yo, pero se suponía que eso debía provocarlo un chico de carne y hueso, no uno que murió hace casi 10 años.

-          Bien…- volvió a repetir mientras acercaba más su rostro.- Nos vemos, Arianne…- un beso en la mejilla antes de abrir la puerta y desaparecer.

Me quedé estática mirando la pintura color crema del hall antes de sentir unos pasos a mis espaldas, voltearme y ver a mamá con su mejor sonrisa de “me he ganado la lotería”.

-          ¿Se ha ido ya tu amigo? – entonces lo supe, cierto, un chico había venido a visitarme por primera vez a casa, ¡un chico! claro que mamá no sabía el pequeño gran detalle que el chico en cuestión era un muerto que había visto morir a su hermano, su novia y había asesinado a un drogadicto antes de matarse, seguro que si lo hubiese sabido no estaría luciendo esa sonrisa ni tampoco abrazándome como una madre orgullosa.
-          Si…- repliqué mientras caminábamos aún abrazadas por el apartamento.
-          Era guapo…- traté de no rodar los ojos ante esa información evidente.- ¿Va en tu escuela?
-          Algo así…- respondí. Al ver la ceja interrogante de mi madre negué con la cabeza.- Su hermano va Creeks, él está en Standford.- mentí, pero se la pasa en nuestra escuela, así lo conocí…
-          ¿No es el chico con el que fuiste a la playa? Creí que habías dicho que iba a tu escuela…- replicó. Sentí mi estómago retorcerse.
-          Mamá…- dije tratando de parecer ofendida- me llamaste cuando estaba con un chico que me había invitado a salir, creo haberte dicho un montón de cosas sin sentido…- Vi su rostro de madre cómplice por pensar en su hija con un chico y por segundos me sentí culpable por mentir tan bien, pero ¿qué podía hacer?

Sentí las manos de mi madre apretando levemente en mi hombro y entonces me sentí más miserable aún, si Ian fuese un chico de verdad todo podría haber sido realmente bueno, pero como estaba comprobado en mi karma, tenía que suceder que el primer chico que lograba voltear mi cabeza y revolver todo en ella era un sujeto que había nacido en 1985. Genial, simplemente genial.

-          Voy a preparar la cena… ¿quieres algo en especial?

Sonreí. Porque aunque todo mi mundo era un completo caos, mis padres no tenían por qué enterarse, si ellos estaban felices entonces en cierta forma era suficiente para mi. Había vivido 8 años de mi vida lidiando con problemas que habían llegado solos, en alguna parte de mi interior me repetía que lo que estaba viviendo en Chicago tenía que ser controlable. Tenía que serlo.

-          ¿Te acuerdas cuando hiciste tu versión del quiche Lorraine antes de venirnos a Chicago? – pregunté mientras ella asentía, sonriendo.
-          ¡Por supuesto! Entre tu padre y tú arrasaron con él…
-          ¿Qué tal eso? – rió y deshizo el abrazo entre ambas para ingresar a hacer lo suyo en la cocina.- ¿Quieres que te ayude? – pregunté.
-          Oh, no, no, Aria… tú debes descansar… yo te llamaré para que comamos, o puede que lleve todo a tu habitación y comemos juntas… tu padre hoy llegará tarde.
-          Vale…

Me fui a mi habitación y vi a Max hojeando tranquilamente una revista mientras balanceaba sus piernitas de niña de un lado a otro.

-          ¿Qué hay, Max? – alzó su rostro y me observó unos segundos antes de hacer un gesto de lo más aristocrático y gracioso para una niña de siete años. Max nunca había perdido sus modales de chica de clase alta, lo cual era ciertamente un detalle.
-          He visto que te ha venido a ver… - comentó observándome con sus potentes ojos almendrados. Supe que hablaba de Ian, traté de aparentar normalidad.
-          Ah… ¿te refieres a Ian? Si…
-          ¿Y por qué tu madre lo pudo ver? – preguntó mientras arrugaba el ceño. Entonces la Maxime Delevigne salió a flote en su máxima expresión. Me contuve de  sonreír o demostrar cualquier burla.
-          Porque algunos fantasmas pueden…
-          ¿Y por qué yo no?
-          No lo sé, Max. Quizás te falta práctica…- solté diciendo lo primero que se me vino a la mente mientras me echaba en mi cama.
-          Si tu madre me viera, ¿me querría como a una hija?

Y entonces la pena y el dolor vinieron en oleadas imposibles de detener. Me senté sobre la cama y palmeé a mi lado invitándola a sentarse junto a mi. Me miró con sus enormes ojos mientras yo le arreglaba un poco sus bucles que la hacían ver tan linda.

-          Tú tienes una madre que ya te quiere mucho, Max… - vi que hacía una mueca compungida- Ella está esperando por ti, lo sé…- dije sintiéndome realmente anhelante respecto a que mis palabras fuesen verdad.
-          ¿Dónde?

Y como no tenía una respuesta para eso hice lo único humanamente posible y lógico en ese momento: la abracé.

Esa fue la primera vez en todos esos años que vi llorar a Max.
Los fantasmas también sentían dolor. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

10.


Ese viernes llegué a la escuela y supuse que mi pinta debía ser muy parecida a la de una delincuente juvenil que se ha escapado del reformatorio, mis ojeras eran tremendas, apenas había logrado dormir un par de horas, me la había pasado dando vueltas por mi habitación tratando de ordenar mis pensamientos y buscar todos los  datos posibles sobre los asesinatos en Internet, pero para variar el maldito Google era bueno para decirme los nueve secretos de Kim Kardashian pero no para mostrarme fotografías de los chicos fallecidos, y es que esa era la última prueba irrefutable que lo que estaba pensando era correcto, que Ian era un fantasma y había muerto esa noche. Según las descripciones de Matt –y lo que había leído en pequeños artículos que había encontrado por ahí en Internet- el perfil de Ian encajaba perfecto con el del hermano mayor, claramente eran hermanos por la madre, ya que ambos tenían apellidos distintos.

Entonces venía toda una avalancha de nuevos pensamientos atemorizantes y escalofriantes, si Ian era Benjamin entonces él había asesinado al drogadicto. En ninguna de las publicaciones daban detalles de las muertes pero en todas coincidían que el arma en cuestión había sido una navaja de hoja media, con lo cual podía hacerme una idea más o menos clara respecto a cómo había sido el modus operandi de los asesinatos, incluyendo el suicidio, aunque esa parte era poco clara, algunos decían que los asaltantes habían matado a los tres estudiantes, otros señalaban la historia de que uno de los chicos había increpado al asaltante… el Chicago Times me había sorprendido con lo escueto y poco preciso que había sido en la descripción del crimen y ninguna foto, ni siquiera una pequeña, fue entonces cuando se me ocurrió la genial idea de buscar en los anuarios del colegio, razón por la cual mi ansiedad había logrado calmarse en parte. En todas las escuelas tienen los anuarios de cada año, sólo tenía que ir a la biblioteca en mi primer descanso, pedir el anuario de ese año y buscar aquellos tres nombres. Pan comido.

-          ¿Estás tratando de traer de vuelta el estilo grunge, Aria? – preguntó Leighton acercándose y caminando a mi lado en el pasillo- porque déjame decirte que difícilmente esas ojeras y pelo sin peinar vuelva a ponerse en onda… ¿o es que quieres parecer de esas boho chic que aparecen en las revistas? – me reí levemente mientras negaba con la cabeza.
-          Tuve una mala noche…
-          Más bien una mala semana.- corrigió, la miré sintiéndome atrapada- Oh, vamos, llevas toda la semana comportándote de manera extraña… ¿tan mal salió la cita con ese chico?
-          Hola…- saludó Patrick.
-          Hola…- respondí, Leighton encontró más interesante mirar el techo del pasillo mientras caminábamos.
-          Luces fatal.- comentó él, sonriendo levemente.
-          Gracias, Leighton me ha dicho lo mismo.- respondí con leve ironismo.
-          ¿Qué fue todo eso de anoche? Tu llamada fue extraña.
-          ¿Le llamaste a él? – de pronto Leighton parecía ya querer unirse a la conversación, como siempre los enojos con Patrick no le duraban demasiado o más bien se movían en ese vaivén de “te hablo – no te hablo”.
-          Quería preguntarme sobre los asesinatos que pasaron aquí…- comentó él bajando un poco la voz.
-          ¿Y para qué quieres saber sobre eso? – preguntó ella arrugando el ceño.
-          Sólo tenía curiosidad.
-          ¿Quién te contó?
-          Alguien… de la clase de Artes…- mentí.
-          Bueno, no te conviene andar preguntando mucho por ahí.- añadió Leighton- es algo así como un tema delicado en Creeks, ¿no, Patrick?
-          Ahá.

El primer bloque pasó extremadamente lento, supongo que va muy bien ese dicho de que cuanto más rápido quieres que pase el tiempo, más demora, la primera clase del día se me hizo eterna y contaba los minutos para largarme de ahí e ir a la biblioteca a averiguar de una vez por todas lo que carcomía el cerebro. Una inmensa parte de mi quería errar, quería encontrar cualquier otro rostro menos el de Ian en esa página de anuario, ¿cómo podría tener mala suerte para fijarme en un chico muerto? entonces luego de la angustia un leve lapsus de ira me poseía al pensar que si es que Ian era un fantasma me había jugado chueco, todas esas apariciones y esa invitación a la playa, ¿qué habían sido? ¿qué pretendía?  Entonces venía el sonrojo de puro enfado y pudor de saber que si efectivamente era un fantasma, todo el trayecto a la playa había sido observando y hablando con una persona que nadie más podía ver…

Una parte de mi quería sinceramente negar todo lo anterior y aferrarse a la idea que Ian era una persona de carne y hueso, con amigos, de hecho recordaba muchas veces haberlo visto rodeado de personas. Pero nunca le has visto interactuar realmente con ellas. Replicaba mi voz en su más feroz intento de aguar mis esperanzas.

El timbre sonó y fue como la llamada gloriosa que había estado esperando, apenas alcancé a decirle a los chicos que nos veríamos en la siguiente clase cuando salí corriendo a todo lo que me daban las piernas hacia la biblioteca, sabía que para el primer receso ya se encontraba abierta, y así fue, ingresé y vi ya a algunos estudiantes deambulando entre las estanterías. Avancé directamente hasta el escritorio de la bibliotecaria y articulando mi mejor y más inocente sonrisa pregunté por los anuarios escolares, la senil señora asintió y me señaló la última de las estanterías al fondo de la biblioteca.

Sentía que cada paso me acercaba más y más a una verdad que no estaba segura de querer descubrir pero que por otro lado sabía que era completamente necesaria de conocer, entré en el último pasillo y pronto comencé a leer el lomo de los anuarios de todos los años en Creeks, desde 1962 hasta el último del 2010. No tardé mucho en buscar el del año 2002, mis manos lo tomaron torpemente, mientras el nerviosismo se apoderaba de manera total de mis acciones.

-          ¿Interesada en la historia escolar? – preguntó una voz, asustándome y haciendo que el anuario cayese al suelo. Miré hacia un costado y ahí estaba Ian, apoyado en el estante y observándome fijamente con sus extrañas orbes de color… celeste plata. Tragué saliva y con toda la entereza que me fue posible me agaché y volví a tomar el anuario entre mis manos, observándole- ¿Qué esperas encontrar ahí, Aria? – preguntó acercándose. Por acto reflejo di un paso hacia tras, entonces vi el cambio en sus facciones y una mueca de desdén se abrió paso en su rostro, dejándome pasmada, una extraña mezcla de belleza e intimidación es lo que reflejaba Ian en su rostro.- ¿Has estado haciendo tus tareas, eh? – preguntó acercándose otro paso.
-          ¿Entonces es verdad? – pregunté aferrando el anuario contra mi pecho, como si eso fuese a protegerme de él. ¿Por qué de pronto sentía necesario protegerme de él? ¿En qué habían cambiado las cosas? Oh, cierto, si él era Benjamin, entonces era un fantasma que había asesinado al asesino de su hermano lo cual hacía de lo más lógico que fuese un fantasma.
-          ¿Qué es verdad? – preguntó de vuelta. Apreté la quijada y continué en la misma posición.
-          Tú querías que yo lo supiera, ¿verdad? por algo me hablaste de tu hermano y…
-          Yo no quería nada, Aria, tú estás suponiendo cosas y aún no se qué es…

Nos miramos unos segundos y me sentí completamente atrapada en esa mirada clara y a la vez tan profunda y potente. Sentía mi corazón martilleando en mi pecho de manera demasiado fuerte como para ser normal, mis manos casi dolían de lo fuerte que ceñía el anuario contra mi.

-          Abre el anuario, Aria…- susurró de pronto.- Comprueba tus sospechas y házmelas saber… - replicó volteándose y comenzando a caminar.
-          ¡Ian, espera! – miré hacia un lado y a otro, siendo conciente que probablemente estaba llamando a alguien que nadie más podía ver. En un impulso repentino tomé su brazo para detenerlo. Se volteó y volvió a observarme.- Quiero que me lo digas tú…

El silencio volvió a posarse entre nosotros, me sentía de pronto en la mitad de una guerra fría en que ninguno de los dos parecía querer ceder.

-          Abre ese anuario, Aria, y comprueba la mierda que quieras comprobar.- dijo de pronto alejándose a paso rápido, no lo seguí, ¿Cuál hubiese sido el punto?

Entonces lo supe, tenía la última pieza del puzzle en mis manos y sólo tenía que encajarla, volví a abrir el anuario y a pasar una a una los cursos, decenas de rostros sonrientes dispuestos en filas y columnas, me salté directamente al décimo grado, y entonces ahí encontré al primero que buscaba. James  Somers, un chico de cabello castaño oscuro, ojos azules, en cierta forma tenía un aire a Ian, aunque un semblante mucho más… amigable y abierto, parecía la clase exacta de chico que es miembro del equipo de fútbol de la escuela y tiene un montón de amigos. No tenía tiempo de buscar a la chica, sólo quería comprobar de una vez mis sospechas, pasé a los cursos de último año, mis ojos fugaces leyendo decenas de nombres y rostros, hasta que uno en particular llamó mi atención.

Benjamin Weismann. El mismo rostro que hacía apenas unos minutos estaba frente a mi en ese pasillo de la biblioteca. La misma mirada, el cabello oscuro desordenado, esa sonrisa fantasma que parecía bailar tenuemente en alguna parte del atractivo rostro. Era él. Ian era él. Fue demasiado el shock, aún cuando lo intuía todo, la constatación fue un golpe fuerte de recibir, comencé a sentirme enferma y mareada, tarde comencé a darme cuenta que no respiraba, prácticamente jadeaba y me estaba costando un real esfuerzo hacer entrar el aire a mis pulmones.

-          ¡Hey! ¿Estás bien?  - me volteé y una chica me miraba con rostro preocupado. Traté de articular palabra pero un nuevo mareo envolvió mi cabeza haciéndome perder el equilibrio, lo último que recuerdo fue mi cabeza golpeando la pared antes de ver todo negro.

Para cuando desperté lo primero que vi fue el rostro preocupado de Patrick y Leighton.

-          ¡Señora Smith, ha despertado! – gritó ella.
-          Joder, Leighton, que se ha desmayado y tú le gritas en su cara…
-          A ver, niños… aléjense de la camilla por favor.

Pestañeé un par de veces, confusa, sólo entonces me percaté que me encontraba en la Enfermería de la escuela y que probablemente esa señora gorda con delantal blanco era la enfermera Smith.

-          ¿Señorita? ¿Sabe cual es su nombre?
-          ¿Uhm? – aún me sentía demasiado aturdida. En un momento estaba con el anuario en mis manos y al siguiente…
-          ¿Podría decirme su nombre? ¿Puede recordarlo?
-          Aria… Arianne Carpanetti…- respondí confusa.
-          ¿Sabe que fecha es hoy?
-          Jueves… seis de Octubre…
-          Bien, señorita Carpanetti se ha golpeado fuertemente la cabeza, hemos llamado a sus padres, vendrá su padre a buscarla…
-          Pero, estoy bien…- la enfermera me miró con una cara que no me dejó ganas de replicar algo más.
-          Espere acá hasta que lleguen sus padres…- entonces miró a mis amigos- Ustedes deberían irse a clases.
-          La acompañaremos, no vaya a ser que se desmaye de nuevo.- replicó Leighton muy pagada de si misma con su argumento. La enfermera meneó la cabeza antes de desaparecer.

El silencio se hizo en la habitación hasta que dos pares de ojos me observaron con detenimiento.

-          ¿Estás consumiendo drogas? – preguntó Patrick de sopetón.
-          ¿Eres anoréxica o algo así? – le siguió Leighton.
-          Somos tus amigos, Aria…- añadió él
-          Sabes que podemos ayudarte en lo que sea…
-          Chicos…

Y ahí estaba el primer gran problema sobre esto de hablar con los muertos y tener amigos, en algún punto ellos comienzan a sospechar que algo anda mal en uno, el punto es que sospechan de todo, tal como Patrick y Leight, culpan a las drogas, malos hábitos alimenticios pero se que jamás saldrían con algo como “¿Ves a los muertos?”, porque eso es –en teoría- algo humanamente imposible sólo relegado a escritores de ficción. Y entonces fue el momento de recordar por qué se suponía que no debía hacer amigos en Chicago, precisamente por esa misma razón, no tenía una respuesta a sus preguntas.

-          Es sólo estrés…- respondí al cabo de un rato.
-          Esta semana has andado extraña…- comentó Leighton.- te lo dije antes…
-          Supongo que aún no logro adaptarme a Chicago, mi nueva escuela, la gente… - miré alrededor rogando interiormente porque se tragaran mi mentira, sin embargo Patrick continuaba observándome fijamente.

Por suerte el interrogatorio no pudo llegar más allá porque apareció mi padre para retirarme de la escuela. Sólo cuando estaba con el cinturón abrochado en el asiento delantero rumbo al hospital es que volvió a mi mente todo lo sucedido aquella mañana. Cerré los ojos y me obligué a conservar la calma, lo último que quería es que mi padre fuese primer espectador de un nuevo episodio de desmayo.

-          Tu madre está preocupada…- comentó mirándome de reojo mientras nos deteníamos en un semáforo.
-          Han sido días tensos, es todo…
-          Cree que estás sometida a demasiada presión en tu nueva escuela y el nuevo medio, ¿es cierto?
-          Supongo.
-          Aria… si necesitas ayuda…
-          No quiero ir a un terapeuta, papá.- repliqué seca.- ¿Por qué no pueden entender tú y mamá que lo que más detesto en el mundo es sentarme en un sillón a contar mis supuestos problemas? ¡Estoy bien!
-          Te acabas de desmayar, Aria, eso no es estar bien.
-          No tomé desayuno, ¿contento? – mentí- No alcancé a tomar desayuno, es todo… había olvidado revisar algunas cosas para una tarea, corrí casi toda la escuela hasta la biblioteca, me sentí mareada probablemente por el esfuerzo y ya…

El silencio llenó el resto del trayecto al hospital, eso me indicó que al menos papá había creído mi explicación de los hechos. El resto del día me la pasé entre consultas de paredes blancas, haciéndome exámenes y esperando los resultados, cuando al fin salieron a decirme que todo estaba bien –tal como ya lo sabía- pude volver a casa, donde ya me esperaba mamá quién apenas me vio me dio un abrazo de esos que te hacen sentir incómoda y ahí estuve otra hora tratando de convencer a mamá de que todo iba bien. Para cuando logré convencer al mundo y comer un plato enorme de pastas con salsa Normanda eran casi las seis de la tarde. Me di un baño de tina y me vestí con un cómodo buzo de franela y zapatillas de levantarse.

-          El doctor te ha dado licencia para mañana hasta el próximo miércoles…- bufé.
-          Estoy bien, mamá, quiero ir a la escuela.
-          ¿No podrías quedarte al menos mañana?
-          Vale.- respondí resignada.
-          Puedes invitar a tus amigos después de la escuela a que pasen la tarde contigo, mañana he pedido el último turno por lo que estaré contigo hasta las cinco y luego debo partir…- confesó algo agobiada
-          Bien… está bien, mamá…les diré a Lighton y Patrick…

Nos miramos unos segundos y mamá terminó sentándose junto a mi en la cama, sabía lo que venía, esa charla madre e hija que siempre trataba de evitar, no me mal entiendan, no es que no quisiera a mis padres, los quería y mucho, simplemente me sentía  tan harta de cosas que no podía hablar ni hacer entender con nadie que habían momentos y días en que me sentía sobrepasada, ese era uno de aquellos días.

Mamá acababa de poner sus manos sobre las mías en el típico gesto de comprensión y apoyo cuando el sonido del timbre interrumpió el momento, me alegré en parte que así fuera, seguramente sería algún vecino que haría que mamá olvidase sus ganas de conversar conmigo y así me ahorraría el tener que mentirle como siempre. Odiaba mentir, odiaba mentirles… pero no tenía otra salida, era eso o ser enviada a un sanatorio perdido en medio de Oklahoma.

Abracé mis rodillas mientras observaba por uno de los ventanales de mi habitación. Inevitablemente vino a mi todo lo sucedido aquel extraño día, mi cabeza era un hervidero de pensamientos confusos y contradictorios y no podía darles un orden claro y aunque sonara completamente banal –pero perfectamente comprensible para una adolescente de 16 años- lo que más me frustraba del asunto es que al fin me reconocía completamente enganchada de Ian Weismann… que resultaba ser un fantasma.

¿Han oído eso del mar karma? Seguramente en mi vida anterior fui una jerarca nazi y mi condena había sido esa, en mi siguiente vida ser una freak con pésimo tino para escoger chicos.

-          ¿Aria? – la voz de mi mamá se escuchó a lo lejos hasta materializarse ella misma asomándose por mi puerta.- Hay un amigo tuyo que te busca…

Me levanté de un salto. ¿Patrick? Seguramente seguía preocupado, sabía que no se había tragado completamente mi historia del estrés, tenía que idear algo rápido…

-          Está esperándote en la sala…- añadió antes de irse.
-          Bien… - dije mientras me calzaba unas zapatillas y me hacía un tomate alto para tomar mi cabello mojado. Salí de la habitación en dirección a la sala y entonces lo vi… parado en medio de mi living, sobre esa alfombra comprada en una mona tienda de diseño en medio de Chicago.

Estaba ahí, con su mirada celeste fija en mi.

Ian Weismann estaba en mi casa, había hablado con mi madre y se había presentado como un amigo.

Oh dios, de pronto, volvía a sentirme mareada y perdida.

viernes, 24 de febrero de 2012

9.

Sí, ya se habrán dado cuenta que siempre comparo la vida real con las películas de Hollywood, es una manía que tengo, supongo que viene del hecho que hasta antes de llegar a Chicago mi vida social se reducía a mis padres y el perro del vecino que se podría decir que era casi mío porque siempre me lo encargaba para que lo cuidase e incluso me pagaba por ello, y bueno… como verán, una persona que carece de vida social tiene dos opciones: crearse amigos imaginarios o llenar su tiempo libre con películas y libros, decidí la segunda opción, suficiente ya me arriesgaba hablando con Max como para que mis padres me pillasen hablando con un amigo imaginario “de verdad”.

Bueno, y volviendo a eso de las películas, supongo que sí puedo darles el crédito por mostrar algo bien, y esas son las oficinas de los periódicos en lo caóticas y estresantes que las retratan. Desde que tengo memoria, papá ha trabajado en periódicos, nunca le gustó probar en televisión o radio, siempre dijo que lo suyo era el papel; en Canadá trabajó por siglos en el National Post, primero de columnista, luego lo pasaron a reportajes y así… hasta terminar de editor, por lo que desde pequeña que estaba acostumbrada a visitarlo en su oficina y cruzar todo un piso de gente apurada, sujetos con enormes cámaras, secretarias hablando por dos teléfonos al mismo tiempo y así… aunque debo decir que el National Post se quedaba chico al lado del Chicago Times.

Salir del ascensor, pasar la recepción y sentir que estás en una extraña mezcla entre Alicia y el País de las Maravillas y la Bolsa de Wall Street, todos hablando por celular, todos hablando en voz alta, gente caminando hacia un lado, sujetos sosteniendo mágicamente tres cafés en sus manos, un chico repartiendo correspondencia, teléfonos sonando, llamadas a viva voz. Tuve que hacer reales acrobacias para llegar hasta la oficina de papá sin que alguien no vertiese un café encima mío –o al revés- pero por suerte logré llegar ilesa. Había hablado con mi padre sobre visitarlo y me había dado una hora para hacerlo el jueves, sí, cuando se es Editor en Jefe del periódico más importante de Chicago hasta su hija debe pedirle cita con anticipación.

- ¿Qué tal la escuela?

- Bien…- respondí sentándome frente a su escritorio, observándole ordenar unos papeles. Papá siempre había sido guapo, aún para sus 48 años debía decir que lucía realmente bien, delgado, con unas insipientes entradas de frente, cabello oscuro de parte de la familia italiana con algunas canas, ojos vivaces y atentos, en cierta forma comprendía que mamá se hubiese enamorado de él a los pocos días.

- Dijiste que querías pedirme un favor… - como siempre mi padre iba al grano.

- Ahá… quería saber si… podía revisar algunos de los archivos del diario… - arrugó el ceño y me miró unos segundos.

- ¿Y qué hay de Internet?

- No está todo…

- ¿Qué año buscas?

- 2002- respondí sintiendo por alguna razón que las manos me sudaban de manera anormal.

- ¿Es por alguna tarea de la escuela? – preguntó mientras tomaba un lápiz y comenzaba a anotar.

- Algo así…- respondí evasiva.

- Bien…- dijo tendiéndome el papel.- Ve con este papel a la oficina de Matthew Nayner, este mismo pasillo, último cubículo a la izquierda, él te llevará a la biblioteca de archivos y te puede ayudar con eso…

- Gracias, papá.

- Cuando hayas terminado, me avisas, ¿ok? – preguntó levantándose y tomándome por los hombros mientras ambos salíamos de su oficina.

- Está bien…

- ¿Qué es lo que buscas, de todos modos?

Enrojecí, en parte porque no era como si fuese tan fácil decirle que al parecer en la misma escuela en que él me había inscrito habían muerto tres estudiantes hacía algunos años.

- Algunas cosas de la ciudad…- respondí fingiendo estar interesada en el ajetreo de la oficina y no en la conversación.

- Bien. Debo seguir en lo mío… nos vemos, Aria.

- Nos vemos, papá…

Miré el papel y comencé a caminar por el pasillo hasta dar con el cubículo indicado, ahí sentado tras un escritorio, un chico demasiado joven como para trabajar en un periódico me observaba expectante.

- ¿Te puedo ayudar? – preguntó golpeando el lápiz contra el escritorio.

- Sí… verás… mi padre me ha dicho que tú…

- ¿Tu padre? ¿Quién es tu pad…

- Oscar Carpanetti…

Sí, había visto esa misma reacción cuando por alguna razón me iba a meter al periódico en Toronto y se enteraban que yo era su hija, abrían los ojos, me miraban unos segundos y añadían la odiosa frase de: “no se parecen en nada”, ¿qué no se daban cuenta lo completamente nefasto que era recibir una frase como aquella? aunque lo peor es que tenían razón, mi padre y yo no nos parecíamos en nada, si no fuese porque realmente había visto fotos de mi abuela Elo de joven y había comprobado lo parecidas que éramos, realmente me hubiese planteado la opción de haber sido adoptada.

Luego de explicarle lo que quería se levantó de un salto de su escritorio y me pidió que lo siguiera, parecía realmente contento de tener algo que hacer, por el camino me explicaba que era estudiante de periodismo y estaba haciendo su primera práctica, comprendí entonces su emoción, generalmente a los practicantes de primer año sólo se les pedía ordenar archivos y servir café, así que supuse que ir a la biblioteca de archivos era algo así como lo más emocionante de su día.

- Aquí es…- dijo abriendo una puerta a una inmensa sala rectangular llena de estanterías con cajas.- En esta sección tenemos todas las ediciones de papel del Chicago Times desde el año 2000.

- Wow… - comencé a caminar y a leer las clasificaciones.

- ¿Año 2002 me dijiste? – preguntó a mis espaldas.

- Ahá…

- ¿Mes en particular?

- Julio… y Agosto… por ahora…

Me volteé y le vi sacar una enorme caja de uno de los estantes antes de caminar con ella hasta el fondo de la sala donde un pequeño escritorio con dos sillas. Dejó la caja y nos miramos unos segundos.

- ¿Quieres que te ayude a buscar algo en particular? – Lo pensé un poco, con su ayuda seguro terminaría mucho antes de revisarlo todo y si no salía lo suficiente, siempre podía acudir a mi plan B.

- Uhm… busco una noticia sobre unos… asesinatos… - vi el destello de una sutil sonrisa antes de abrir las cajas y mirarme intensamente.

- ¿Te van las historias de crímenes? – preguntó. Me hubiese reído si no fuese porque me sentía demasiado nerviosa sobre lo que podía estar a punto de averiguar.

- Sucedió el 15 de Julio del 2002…

- Bien, entonces empecemos con estos….- sacó un lote de periódicos y sacó exactamente el del 15 de Julio, ahí, en los titulares de primera plana pude leer con claridad: “Cuatro personas asesinadas en secundaria Creeks”.- ¿Este es tu titular? – preguntó Matthews apuntando exactamente donde yo leía.- ¿Qué es lo que te interesa de todo esto? – volvió a inquirir mientras abría el periódico y mi ansiedad aumentaba- Estos crímenes estremecieron a todos, ¿sabes? – comentó- Yo asistía a St. Benedict cuando pasaron… siempre se decía que si ibas a Creeks de noche te encontrarías con los fantasmas de los cuatro…

Por primera vez presté real atención a Matthew y dejé de preocuparme por el periódico en sus manos, él había dicho el nombre de una escuela que por alguna razón me era familiar, en esos pocos segundos obligué a mi mente a recapitular conversaciones con mis padres en Toronto, varias habían sido las escuelas en las que ellos habían tratado de convencerme a entrar, pero yo había insistido que no entraría a ninguna privada y así había terminado en Creeks, una de las escuelas públicas más grandes de Chicago. Aún me encontraba haciendo el catastro mental cuando una frase saltó en mi mente…

“He estado en St. Benedict, Ashbury, y como ves, Creeks ha sido mi tercera parada…”

La voz de Ian se escuchó clara en mis recuerdos, él había estado en St. Benedict antes de llegar a mi escuela.

- Bueno, ¿vas a leer o no? – pestañeé un par de veces y vi a Matthew tendiéndome el diario donde el mismo titular de portada acompañada de una escalofriante foto le seguía.- Dos de los chicos que murieron habían sido alumnos en mi escuela…- lo miré, interesada.

- ¿Te refieres a Weismann? – él alzó las cejas y asintió.

- Él y su hermano…- arrugué el ceño y me volví hacia el periódico en búsqueda de los nombres- Pero vi las iniciales y…

- Eran hermanastros…- aclaró- De hecho recuerdo a uno de ellos, James, era miembro del equipo de futbol… bastante querido, los del equipo fueron los que más extrañaron su partida.

- ¿Y qué hay del hermano? – de pronto Matthew parecía una fuente mucho más interesante que el diario en mis manos.

- Benjamin era un perdido… alcanzó a estar poco en St. Benedict… era la oveja negra de la familia al parecer…

La historia no calzaba, Ian había hablado de la muerte de un hermano, no dos, la tercera víctima había sido una chica, además de un adulto. Miré el diario y luego a mi acompañante.

- ¿Cómo es que murieron?

- ¿No preferirías leer? De todas formas la historia se distorsionó bastante…

- ¿Cómo así?

- Bueno…- se encogió de hombros- No se… las historias que llegaron a St. Benedict es que se supone que ellos se quedaron después de la escuela, discutían por algo, mi primo Carl, que era compañero de Benjamin me contó esa vez que los vio discutiendo ese día en pleno pasillo… y bueno, mientras lo hacían se supone que se colaron en la escuela un par de drogadictos queriendo asaltarlos, al resistirse mataron a James y…

- ¿Y...?

- La policía nunca lo confirmó pero todos decían que Benjamin mató a uno de los drogadictos… - abrí los ojos sorprendida.- De hecho les llevó semanas quitar la sangre del cemento en ese pasillo me contó Carl…

- Espera, espera…- dije alzando las manos y tratando de controlar el estúpido zumbido que había aparecido en mis oídos con la historia- Estás olvidando algo, la chica… murió una estudiante ese día también.

- Helene Finken, la novia de James.

- ¿Y qué se supone que hacía ella ahí?

- La policía infiere que había quedado de juntarse con James en ese lugar y llegó en el momento justo en que los drogadictos arremetían contra los chicos…

- ¿Entonces murió luego de James?

- Supongo…

- ¿Y quién mató a Benjamin entonces?

Por alguna razón esa enorme e inhóspita sala parecía haberse transformado en un gigantezco cubo de hielo, si bien estaba acostumbrada a enfrentarme a fantasmas con las más cruentas historias de muerte, desde envenenamientos hasta atropellos nefastos, asesinatos y revanchas, por alguna razón esta historia en particular me producía una sensación muy parecida a un imaginario líquido helado bajando por toda mi columna vertebral, llenándome de una sensación de desazón imposible de explicar.

- Él no fue asesinado… se suicidó ahí mismo al ver los cuerpos de las tres personas…

Tragué saliva en grueso al reconstruir en mi mente una escena tan macabra como esa. Imaginé a Benjamin viendo a su hermano y la novia de él muertos, asesinados frente a él, luego al drogadicto que él mismo había matado…

- ¿Y qué pasó con el otro sujeto? ¿El otro drogadicto? – Matthew tomó el diario de mis manos y comenzó a leer con rapidez las columnas mientras yo volvía a reconstruir la historia que acababa de escuchar.

- Aquí dice que huyó…

- ¿Y nunca lo encontraron?

- No lo se… luego nadie quería hablar mucho de eso… - me miró uno segundos- Si quieres puedo sacarle copia a estas páginas… mientras revisas tú los periódicos de los días siguientes, fue una noticia que impactó bastante, infiero que no fue la única vez que salió en el Chicago Times.

Asentí y pronto me quedé sola, hojeando los diarios de cada uno de los días sucesivos de Julio, nada hasta el 18 de Julio, el día en que se efectuaron los funerales de los tres estudiantes muertos, esta vez identificados con sus nombres completos, Helene Finken, Benjamin Weismann y James Somers. Suspiré mientras mis ojos vagaban con rapidez leyendo la noticia y creando el rompecabezas que poco a poco comenzaba a tomar forma aunque con una inmensa laguna en medio. Sentía que faltaba la pieza principal ahí y no podía dar con ella.

Luego de agradecerle infinitivamente a Matt por su ayuda y pedirle su celular para futuras investigaciones, me despedí de papá y salí con rumbo a casa sintiendo una extraña sensación en la mitad del pecho. ¿Cómo era posible que cuatro asesinatos se hubiesen sucedido en un pasillo de Creeks y ni siquiera hubiese un recordatorio en memoria de aquellos estudiantes? Tomé el metro, me bajé en la acostumbrada estación a unas cuadras de casa, aún no era demasiado tarde por lo que caminaba con tranquilidad, o es que quizás necesitaba sentir el desplazamiento de mis pies y el viento en mi rostro para aclarar la extraña historia que venía dando vueltas en mi mente.

Llegué a casa y el usual silencio me dio la bienvenida. Dejé mi mochila, saqué un sándwich, un vaso de jugo de la nevera y tomé el teléfono, debía llamar a alguien de Chicago que hubiese estudiado desde el inicio en Creeks, así como sus hermanos.

- ¿Hola?

- Patrick, soy yo, Aria.

- Ah… hola, Aria, ¿qué tal? ¿por casualidad no está Leighton contigo? Desde el episodio “te acabo de llamar ‘loca’” que ha estado jugando a la…

- Patrick, necesito preguntarte algo.- le interrumpí, sentí en silencio la línea unos segundos, parecía haber captado que lo que le hablaría era más o menos serio.

- Pregunta.

- ¿Qué sabes de la muerte de esos estudiantes el 2002?

- ¿Quién te contó de eso, Leighton?

- ¿Qué sabes?

- No mucho… lo mismo que todos, supongo… mi hermano Ryan iba en Creeks, de hecho era compañero de equipo de uno de los chicos…

- James.- solté.

- No sé, supongo que ese era su nombre… ¿Y a qué va tanta pregunta al respecto? Te aviso desde ya que no es un tema de almuerzo en Creeks, de alguna forma todos prefieren olvidarlo…

- ¿Por qué? – pregunté curiosa.

- No es como si fuese muy agradable ni ayudase demasiado en la promoción de la escuela el que tres estudiantes hayan muerto, Aria. Los asesinatos no llaman precisamente a los padres a meter a sus hijos a los colegios…

- ¡Pero aún hay un chico cuyo hermano murió ahí! – exclamé entrando a mi habitación, haciendo malabarismos con el vaso de jugo, el plato con el sándwich y el teléfono sujetado entre mi oreja y mi hombro.

- ¿Hermano? ¿Hermano de quién?

- De uno de los chicos que murió, Ian me cont…

- Aria, eran dos hermanos y por lo que recuerdo Helene era hija única… de hecho por eso impacto tanto a mis padres, recuerdo que no paraban de repetir esa cosa sobre qué ocurriría si en una noche perdían a todos sus hijos…

Y nuevamente la sensación de un líquido muy helado bajando por mi cuerpo, pero esta vez con una avalancha de pensamientos y conclusiones que hicieron que el vaso prácticamente se resbalara de mi mano como jabón y fuese a dar al piso en picada. Así como toda la adrenalina que se disparó en mi cuerpo al abrirse esa revelación en mi mente.

- ¿Aria estás bien?

- Ha llegado mamá…- mentí- Te llamo luego… Adiós…

- Vale, adiós.

Miré a mis pies el jugo completamente desparramado sobre la alfombra, dejé el plato sobre el escritorio mientras buscaba casi a tientas un lugar para sentarme. De pronto me sentía realmente enferma y estúpida. ¿Cómo no lo había pensado? ¿Cómo podía haber sido tan idiota para no haberme dado cuenta antes? ¿Cómo había permitido… engatusarme al modo de cegarme y no ver la verdad frente a mis ojos?

Ian Weismann era un fantasma.

El chico que me gustaba era un fantasma.

“Benjamin era un perdido… alcanzó a estar poco en St. Benedict… era la oveja negra de la familia al parecer…”

Ian debía ser Benjamin… casi no había duda de ello.