Por más que traté no pude dar con Ian después de clase, el viernes tampoco lo vi y me marché a casa con el indeseable sabor amargo en la boca del estómago, sabía que había arruinado algo con mis palabras, ¿habría muerto alguien especial para él? quizás sus padres habían sido asesinados…. quizás…
lunes, 28 de noviembre de 2011
5.
Por más que traté no pude dar con Ian después de clase, el viernes tampoco lo vi y me marché a casa con el indeseable sabor amargo en la boca del estómago, sabía que había arruinado algo con mis palabras, ¿habría muerto alguien especial para él? quizás sus padres habían sido asesinados…. quizás…
sábado, 26 de noviembre de 2011
4.
Confieso que siempre me han gustado los libros de Harry Potter, aunque se que con esta confesión sumado al hecho que veo a la gente que está tiesa en sus baúles me relega al último eslabón de la cadena evolutiva social, pero sí, me fascina, desde que descubrí esos libros cuando tenía 9 años fueron algo así como mi salvavidas personal y único, ¿qué importaba ver fantasmas si tenía El Cáliz de Fuego recién comprado en mis manos? Me gustaba porque en ese mundo de fantasía todos podían ver a los fantasmas, así que me gustaba imaginar que yo era una de esas estudiantes del colegio de magia y mi “don” ya no era nada fuera de lo común, yo en el mundo de J.K. Rowling sería una más, que cool ¿uh?
Y se podría decir que nunca dejé de leer los libros y hasta ahora cada vez que tengo la cabeza muy llena de mierdas pesco uno y me lo devoro a manera de olvidar que existo y que hay una chica muerta de 20 años esperando en la calle bajo mi edificio. Resulta que siempre que me pasan cosas buenas (como sobrevivir a mi segunda semana de escuela de manera asombrosa y casi anónima) a la par tiene que pasarme algo malo, más o menos así funciona el karma, mi karma, descubrí que soy de las personas que llama a la mala suerte como si tuviese un imán en mi espalda, y todo pasó ayer, cuando llegaba de mi segundo viernes escolar en Chicago, mientras buscaba las llaves para abrir el portón sentí el desconsolado llanto de una chica, como era de esperar no pensé que podría tratarse de un muerto, ya saben, la chica lloraba mucho y bueno, que se yo….
Resulta que ser fantasma no es nada de fácil, es casi una cosa que requiere práctica y esfuerzo personal (aunque cueste creerlo, los muertos siguen esforzándose en cosas, lo cual por cierto no es nada alentador, sobre todo cuando mi abuela materna me repite siempre la frase de “podrás descansar cuando mueras”, a veces me dan ganas de rebatirle aquello, pero entonces tendría que entrar a explicarle que hablo con los muertos, entonces todo sería un lío), volviendo al punto, generalmente los fantasmas novatos no pueden ser vistos por la mayoría de las personas, son los fantasmas más… “experimentados” los que controlan eso de ser vistos en el plano terrenal a gusto, y digo generalmente porque siempre hay superdotados que apenas horas de muertos pueden controlar eso de ir a visitar a su ex novio y hacerle el susto macabro de sus vidas.
Retomando la historia de la chica que lloraba histéricamente, apenas dijo la típica y horrorosa frase que siempre me traía problemas, sucedió lo esperable: la chica entró en más pánico. ¿Cómo tranquilizar a un fantasma en medio de una calle transitada de Chicago? Tuve que arreglármelas para hacerla entrar al jardín de mi edificio y sentarnos ambas en una banca lo más alejada de la calle y las entradas de los conserjes.
- Tú puedes verme… ¿por qué ellos no?
- Porque estás muerta.- Voilà, era siempre mejor ser directos con eso de decirles la verdad, había descubierto que me ahorraba al menos un par de días creyéndome psicóloga de fantasmas.
- Lo se…
- Genial… quiero decir, no es genial que hayas muerto, lo genial es que lo sepas…
- ¿Por qué estoy aquí?
- Tú dime…- repliqué mirándola.- ¿Cuándo pasó?
- No lo se… hace un par de días creo, desde entonces he estado deambulando y…
Entonces me fijé en su mano.
- ¿Ibas a casarte?
Asintió y una nueva oleada de llanto la invadió. Horror. ¿Cómo lidiar con una prometida muerta?
- El próximo miércoles a nos… nos… cas… cass… casaríamos…- dijo entre hipidos espantosos.
- Vale… ¿Y dónde?
- En… en…
- Ok, luego vemos ese punto.- dije tratando de hacerle hablar lo menos posible.- Este es el asunto, eres fantasma por una razón, tienes algo pendiente…
Me miró como si yo le hubiese dicho algo demasiado bizarro de escuchar, ¿qué más bizarro que estar muerta y ser sólo vista por una chica de 16 años? Esa novia debía ordenar sus prioridades de asombro.
- ¿Qué no es obvio? ¡Iba a casarme! – dijo de pronto entrando en un nuevo ataque de llanto histérico; rodé los ojos, eran las cinco de la tarde, estaba cansada y lo único que quería era darme un baño y morir en mi cama, pero no, estaba con una chica muerta que iba a casarse con apenas 20 años y que lloraba más que todas mis primas juntas (y ellas sí que eran lloronas).
- ¿Algo que quieras decirle a tu prometido?
- Que lo amo.
- Me refiero a algo no obvio, algún secreto, algo que debías pasarle, no se…
Se quedó muy silenciosa, pensando… bufé y miré alrededor para darle tiempo a pensar, generalmente los fantasmas nunca son muy listos con eso de descubrir lo que dejaron pendiente, aunque parezca idiota, no lo es, la mayoría tarda mucho (incluso años) en descubrir el motivo del por qué están atrapados aquí en
- No lo sé…
Tuve que aguantarme el bufido de obviedad al respecto.
- Vale, piénsalo, mañana hablamos…
- ¡Hey! Pero… ¡Hey! ¿Te vas? – me volteé sólo porque su voz sonó excesivamente triste y desesperada.
- Mira, tengo una vida, de hecho tengo hambre porque no almorcé y deseo dormir unas diez horas…
- Pero…
- Mañana te espero aquí mismo a las tres de la tarde, ¿vale?
- ¿Y qué hago hasta entonces?
- Pues no se… ¿leer un libro?
- ¿Chris me verá?
- ¿Quién?
- Mi prometido…
- Ah…- la miré, lucía compungida y triste, no quería sonar como una tirana pero es que realmente los fantasmas me sacaban de quicio, incluso las novias desdichadas. – Puedes intentar hacer que te vea… pero trata que no sea algo muy dramático o le podrías provocar un infarto…- pareció realmente alarmada con esa información- Y trata que esté solo… y procura que no sea de noche, de hecho ahora mismo sería un buen momento para tratar de hacer que te vea, te digo desde ya que puede que no tengas mucha suerte…
Me miró nuevamente con esa expresión como si yo tuviese tres cabezas o nariz de puerco o algo así.
- ¿Por qué sabes tanto?
- Porque es mi trabajo, adiós.
Fantasmas en los pies de mi edificio, justo lo que necesita todo adolescente para sentirse en calma en sus primeras semanas de escuela. Y nos reunimos el sábado, pero resulta que Karen –ese era su nombre- no había podido descubrir su “asunto pendiente” aún, y además su prometido no había logrado verle ni un pelo por lo que esa tarde andaba más llorona e histérica que nunca.
- Crees que si tú hablas con Chris…
- Olvídalo.- dije inmediatamente. No, no y no. Ya había intentado la técnica de ir a la casa del vivo a decirle “hey, mira, soy medium y resulta que tu hermana muerta quiere comunicarse contigo”, ya había pasado por el episodio de ser arrestada por allanamiento de morada (más bien de porche) y mis padres me habían castigado por dos meses y había pasado cuatro más en el psicólogo.
- Pero es que…
- Karen…- dije perdiendo la paciencia.- Si tú no eres capaz de saber cual es tu asunto pendiente yo no te puedo ayudar, no me pidas ir a hablar con Chris si no tengo nada concreto que decirle o pasarle, o quizás incluso tu asunto pendiente ni siquiera sea con Chris y sea con alguien más, ¿tu madre? ¿tus hermanos? ¿algún amor del pasado?
Negó con la cabeza vehementemente y yo me di por rendida.
- Lo siento, Karen pero no puedo ayudarte, al menos, no aún…
- Pero…
Pero resulta que ella no había abandonado el edificio desde entonces, la podía ver desde mi quinceavo piso con mis binoculares, seguía en la misma banca sentada horas y horas, días y días y el salir y entrar en mi edificio se estaba convirtiendo en una odisea digna de una película de James Bond para que la prometida muerta no me viese. Para el Jueves de la semana siguiente (mi tercera semana de escuela por cierto) ya me encontraba con los nervios de punta completamente, me había leído todos los libros de Harry Potter y tenía “El prisionero de Azkaban” en la mochila para casos de estrés en lugares que no fuesen mi casa, el punto es que parecía no funcionar, el que el fantasma de una chica te acose y el nivel de las asignaturas en tu nueva escuela sea como para prepararte a entrar a Harvard era demasiado para mi, por eso a la hora de almuerzo me fui a los patios de atrás, necesitaba soledad, necesitaba paz y por sobre todo necesitaba hacerme creer que podría controlar todo lo que me estaba pasando.
Me senté en una banca bajo un enorme árbol y saqué de mi mochila el libro de Harry Potter y el sándwich de queso, jamón y lechuga que me había preparado a la rápida antes de salir de casa, apenas había dado el primer mordisco mientras observaba las salas en la lejanía cuando una voz me sobresaltó.
- ¿Harry Potter? – en un ademán rápido le arrebaté el libro y lo guardé en la mochila.- Vaya… no pareces de las chicas que leen al chico con gafas.
- ¿Ah no? ¿Y qué parezco?
- ¿Tengo que responder a ello?
¿Por qué Ian tenía que aparecer en el peor momento a fastidiarme?
- No estoy de humor.
- Ya lo se…- lo miré confundida- Tu ceño fruncido me lo dice… - hice una mueca.
- ¿Qué haces aquí de todos modos? Esta es la hora de almuerzo.
- ¿Y qué haces tú aquí?
- Como y me disponía a leer… sola.
- Auch. ¿Es la directa frase para que yo me vaya?
- ¿Qué quieres?
- ¿Debería querer algo? – preguntó sentándose al otro extremo de la banca. Me miró con sus brillantes y astutos ojos grises.- ¿Mucho estrés en las clases? Siempre podría robar un examen por ti si me lo pidieras…- lo miré y por poco me ahogo con un trozo de pan que masticaba en ese momento.
- ¿Estás loco? ¿Quieres que nos expulsen?
- ¿Te importaría ser expulsada… otra vez? – me sonrojé.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
- ¡Lo sabía! – dijo triunfante y entonces me supe derrotada, él realmente no lo sabía antes, me había logrado sacar verdad muy astutamente.- ¿Y se puede saber por qué te expulsaron?
- No.- respondí mirando al frente.
- Oh vamos, Aria…
- Eres realmente… odioso ¿lo sabías?
- Sí. ¿por qué te expulsaron?
- Por matar a alguien.- respondí.
Entonces no pasó lo que esperaba, no hubo una risa irónica después de mi comentario, miré a Ian y me observaba con la quijada tiesa y entonces supe que había dicho algo malo. Se puso de pie y por inercia yo también lo hice.
- Ian…
- Olvídalo.
- Yo lo…
- No, no lo sientas…
Lo último que vi fue nuevamente su espalda, y ese caminar rápido donde expelía seguridad y algo más… esa sensación de comerse al mundo… aunque esta vez además de ello pude leer algo más… algo que me supo muy parecido a la ira.
jueves, 24 de noviembre de 2011
3.
Recuerdo con demasiada perfección mi primera visita al psicólogo, tenía nueve años y mamá estaba convencida que la muerte de mi abuela Eloisa me había causado un trauma emocional que no había podido superar, no sabía qué tan equivocada estaba, en realidad no es que no me produjese pena ni rabia que una de mis personas favoritas muriese, pero todo iba por el lado que justamente fue por la muerte de mi abu que supe que yo podía ver a la gente que había muerto, hasta antes de eso veía personas y nada extraño sucedía, nunca se había muerto alguien cercano para mi, no tenía ninguna referencia como para preguntarme a mis cortos siete años “¿Hey, qué haces tú aquí? ¿No deberías estar muerto?”. Debo darme crédito al menos que cuando descubrí aquello no le fui con el cuento a mis padres, me dio tanto miedo que para bien o para mal me quedé –irónicamente- como una tumba con mi nuevo descubrimiento. Recuerdo que mi abuela se me apareció un par de veces en Toronto y conversaba con ella, siempre bajito, siempre recordando que nadie podía saber que yo aún podía hablar con la abuela Elo… luego los meses fueron pasando y comencé a darme cuenta que los fantasmas deambulaban mucho más de lo que había creído, era sólo cuestión de observar con atención, los más fáciles de reconocer eran los que habían muerto hace muchos años, generalmente si ves en la mitad del centro de Toronto a una chica vestida a la usanza de los años veinte y fumando un cigarrillo largo y estás en plena mañana de Enero con un frío de menos cinco grados entonces es probable que se trate de un fantasma.
Como decía, recordaba demasiado bien mi primera visita a
- ¿Qué tal estás, Arianne?
- Bien…
- ¿Has tenido una buena semana?
Mi mejor amiga ya no me habla, los chicos en mi escuela me evitan y veo a mi abuela que murió hace dos años…
- Sí…
- ¿Qué tal la escuela?
- Bien.
- ¿Sólo bien?
- Supongo…
- ¿Qué te gusta hacer en la escuela?
- Pintar…
- ¿Y que pintas?
- Casas….
- ¿Y qué más?
- A mi familia, a mis abuelos…
- Cuéntame de tus abuelos.
- Mi abuela Elo murió.
- ¿La extrañas?
- No.
- ¿No?
- Hablo con ella a veces…- dije eso sólo para probar a la doctora, vi su mirada de incredulidad y luego una sonrisa apareciendo en su rostro. ¿Tal vez ella me entendería?
- ¿Hablas con ella?
- Ahá…
- ¿Cómo?
Entonces fue el momento que decidí dejar la boca cerrada, mi abuela de pronto había aparecido en la consulta de
- ¿A qué hora llegarán tus amigos?
- No se… supongo que pronto…
Mamá estaba toda revolucionada desde que le había dicho la noche anterior que dos compañeros de clase –nunca dije amigos- vendrían a casa a hacer un trabajo de Historia, su cara de emoción contenida fue épica, me contuve de abrazarla y decirle “ya, ya, má”, sólo porque de igual forma me dolía un poco mentirle a mi mamá, es decir, no es como si esperase ser amiga de Patrick y Leighton, simplemente los había invitado para que mis padres dejasen de preocuparse, y al parecer lo había hecho bien, desde la mañana que mis padres eran todo sonrisas, mamá incluso se había puesto a cocinar sus pizzas gourmet para comer mientras trabajábamos.
Sentí el timbre y corrí a abrir.
- ¡Whoa! ¿Podrías vivir en un edificio menos cool, Ari? Oh, wow, tienes una vista fantástica…
- Hola, Aria…- saludó Patrick mientras caminaba siguiendo a Leighton que ya se encontraba pegada mirando por la ventana, los seguí.
- ¡Tienes vista a todo Chicago! ¡Oh mira! Mi casa está por allá…- apuntó con el dedo hacia el sector sur de la ciudad…
- ¿Crees que podríamos juntarnos siempre en tu casa para trabajar? Está genial…
- Supongo…- me encogí de hombros.- ¿Pasamos a la sala?
- ¿Tienes sala?
Entramos los tres hacia la sala de estar que mi papá había adecuado perfectamente para que él pudiese trabajar en las noches más atareadas y yo pudiese hacer mis trabajos de la escuela, iluminada por un gran ventanal, dos sillones, un escritorio, televisión y librero con más libros de los que pudiera leer en toda mi vida.
- Wow… ¿Tienes libros de Dostoyevski? – preguntó Patrick, lo miré sorprendida, era la primera vez que lo veía realmente interesado por algo.- Y de las primeras ediciones… ¿cómo has conseguido algo así?
- Papá lo ha…
- Patrick es un come libros ¿te había dicho? – el aludido rodó los ojos y yo sólo sonreí, eran tan distintos ambos pero por alguna razón parecían llevarse y equilibrarse a la perfección.
- Si quieres puedo preguntarle a papá y te lo presto…- dije tratando de ser gentil. Patrick me miró fijamente unos segundos y entonces sonrió, sí, un chico me estaba sonriendo a mi, la desadaptada número 1, ¿eso era bueno o malo?
- Sería genial…
- Aria…
Oh genial, mamá no podía aguantarse unos minutos más antes de venir a ver a los invitados.
- Mamá, ellos son Patrick y Leighton, de la escuela…
- Hola señora Carpanetti.- saludó Leighton adelantándose- Tienen un apartamento genial… - mi madre sonrió y casi pude ver lágrimas en sus ojos. ¿En serio yo era tan fiasco en mis relaciones interpersonales que el traer a dos compañeros provocaba esto en mi madre?
- Un gusto…- saludó Patrick en su estilo más cortés y recatado.
- ¿Tienen hambre? He cocinado unas pizzas que…
- ¡Genial! Aria nos ha dicho que usted es chef… ¿quiere que le ayude en la cocina, señora Carpanetti? – preguntó a toda carrera Leighton.
Dejé que mamá fuese feliz y se fuera a la cocina con el parloteo de mi nueva compañera, mientras me quedaba sola con Patrick que seguía admirando la biblioteca de papá.
- ¿Tu padre es el nuevo editor en Jefe del Chicago Times, no?
Por poco y me atraganto con mi saliva.
- ¿Cómo…- me puse roja.
- Leo a menudo el Times, y bueno, la noticia que un extranjero llegaría a ocupar el preciado puesto fue noticia, aunque no lo creas… -asentí.- ¿Por qué no quieres que la gente lo sepa? – me encogí de hombros.
- Supongo que no me gusta llamar la atención por lo que hacen mis padres…
- Tarde o temprano la gente se enterará…
- Prefiero que sea tarde…- levanté el rostro y sonreía, repliqué el gesto de vuelta.
- ¿Una chica que teme ser popular? ¿De dónde has salido Carpanetti? – preguntó cruzándose de brazos.
Me reí justo en el instante en que mi madre y Leighton entraban en la sala de estar, vi a mi madre sonreírme con esa sonrisa enorme y plena y entonces supe que después de todo, hacer felices a mis padres no estaba siendo para nada difícil, al contrario, más grato de lo que creía.
Pasamos toda la tarde trabajando, en parte porque distraerse estando con alguien como Leighton era demasiado fácil, me costó, pero poco a poco comencé a llevarle el ritmo a sus conversaciones, además estaba Patrick que hacía que la atención de ella se dividiera y no me invadiera todo el tiempo a preguntas o comentarios. Entre las distracciones, las pizzas de mamá (que estaba en su día libre y por eso se encontraba en casa) y la búsqueda de material nos pasamos toda la tarde, eran casi las nueve de la noche cuando al fin decidimos que habíamos hecho demasiado (lo cual era parcialmente cierto).
- ¿Quieren que los vaya a dejar?
- ¿Estás loca? Yo vivo al otro extremo de la ciudad.- dijo Leighton.
- Yo vivo más cerca pero…
- Podrías dejarnos en el metro más cercano…- añadió ella.
- Vale, le diré a mamá.
Lo bueno de tener 16 y vivir en Estados Unidos es que puedes conducir al igual que en Canadá, había aprovechado de validar mi licencia mucho antes de llegar a Chicago para asegurarme de llegar y poder conducir sin problemas. Por supuesto mi madre no se negó a que llevase a los chicos hasta la estación más cercana, a unas cinco cuadras de aquí, supuse que aún le duraba su emoción por verme socializar.
Salimos en el Jeep de mi padre, ese que había prometido regalarme “pronto”, (supuse que eso variaría según cuánto durara en mi nueva escuela), y según las indicaciones de Leighton los dejé a ambos en la entrada de la estación.
- Nos la hemos pasado genial, gracias Aria…- al parecer a Leighton le había gustado más el apodo de Patrick que el que me había puesto ella antes.
- Nos vemos el lunes, Aria…
- Adiós…
Esperé a que bajasen las escaleras de la estación antes de ponerme en marcha, sin embargo no acababa de poner el primer cambio cuando distinguí a Ian apoyado en un poste, fumando un cigarrillo y mirando directamente hacia mi auto. ¿Me habría reconocido? Bueno, contando la excesiva iluminación de las calles de Chicago casi podía apostar que sí. Levanté la mano a modo de saludo y entonces le vi botar el cigarro al piso antes de comenzar a caminar hacia mi.
No, no es que no notase que era guapo, con su caminata segura y su andar desaliñado y vestir un poco extraño, pero vamos, era una chica y tenía ojos, tampoco podía decir que el chico era un adefesio cuando no lo era y por alguna extraña razón parecía querer hablar conmigo.
Abrí la ventana del copiloto y asomó su cabeza por ahí, apoyando sus brazos en la orilla.
- ¿Así que ya has hecho amigos, Aria? – preguntó con esa mueca torcida.
¿Se estaba burlando o lo preguntaba de verdad por querer saber? Sentí el aroma a humo de cigarrillo impregnarse en el auto.
- Estábamos haciendo un trabajo para Historia, como se hizo tarde me ofrecí a traerlos al metro.
- ¿Vives por aquí?
- Como a unas cinco cuadras…
- Ahá…
Nos miramos unos segundos y me sentí súbitamente nerviosa.
- ¿Y tú que hacías? – apunté levemente con mi cabeza hacia el poste donde se encontraba antes.
- Esperaba.- respondió como si esa fuese réplica suficiente.- ¿Crees que puedas tirarme unas cuadras más arriba?
- ¿Eh?
Pero él ya se estaba subiendo al auto.
Oh God, papá me mataría si supiera que subí a un chico prácticamente desconocido a su auto en la noche, bueno, no es como si fuese un desconocido total, iba en mi escuela pero…
- ¿Partimos?
Volteé y vi ese brillo extraño en sus ojos. Puse el primer cambio de manera tan brusca que el auto dio un pequeño trompicón antes de avanzar con normalidad, escuché algo muy parecido a una risa a mi derecha pero la traté de ignorar, apreté la quijada y con todo el orgullo que pude continué manejando con la mayor tranquilidad del mundo, incluso aunque sintiera la mirada fija de él en mi.
- ¿Vives por aquí también? – pregunté sólo por romper ese incómodo silencio.
- Vivía por acá, ya no…
- Ah.
- Pero conozco el sector…
- ¿Dónde quieres que te deje?
- Sunnyside Av con Beacon St.
- ¿Y eso es en...?
- Oh cierto, eres la nueva... yo te indico…
- ¿Y luego cómo vuelvo a casa? Si me pierdo…
- Aria… bajas una cuadra y llegas a Montrose Av. ¿en serio tu sentido de orientación podría ser tan malo como para no llegar?
Sentí que me insultaba “educadamente” y sólo por eso todo mi orgullo salió a flote y negué con la cabeza.
- Vale.
El resto del trayecto lo recorrimos en silencio, yo aún me sentía demasiado idiota y no podía entender por qué.
- Bien, aquí te bajas ¿no?
- ¿Me estás echando? – preguntó burlón. Arrugué el ceño.
- ¿Es que siempre eres así?
- ¿Así cómo?
- Olvídalo.
- ¿Así como, Aria?- entonces sentí como suavemente volteaba mi rostro para obligarme a verlo, enrojecí de pura vergüenza ante su gesto que duró apenas un roce mínimo. Nos miramos unos segundos.- Te sonrojas, ¿es por enfado o por algo más? – preguntó.
- ¿Y eso a ti qué te importa?
- Que ruda… - comentó mientras se desataba el cinturón y comenzaba a abrir la puerta.- Gracias por traerme acá… has sido un encanto, Arianne… Te veo el lunes… ah por cierto, sigue por esta calle una cuadra y llegas a Montrose, luego a la izquierda.
- Adiós…
Ni siquiera esperé a ver hacia donde se iba, simplemente puse primera, pisé el acelerador y salí de ahí. Sólo cuando acababa de apagar el motor ya estacionada en el estacionamiento de mi edificio me asaltó una duda tremenda.
¿Cómo demonios sabía él que debía tomar Montrose y virar a la izquierda para llegar a mi casa?
Miré hacia delante con la duda y entonces caí en cuenta de una segunda cosa y volví a bufar.
- Olvidaste el GPS, Aria, pero que chica más lista que eres… “¿Y luego cómo vuelvo a casa?” Si seré idiota…