viernes, 9 de diciembre de 2011

8.

No sé como será para todas las chicas de mi edad, pero eso de salir con un chico que… en cierta forma te atrae es una de las cosas más atemorizantes que podrían haberme ocurrido, en serio, y lo dice alguien que ve y habla con fantasmas todo el tiempo, ¿por qué demonios en las películas lo hacen todo tan fácil? Quizás porque de fondo en la escena siempre ponen temas de Frank Sinatra o Tonny Bennett y te hacen creer que no existe momento más perfecto y natural que ese de la salida inesperada por la ciudad. ¿Y qué pasa con las novatas como yo? ¿Qué pasa cuando el chico en cuestión es un misterio? ¿Qué pasa cuando en vez de Tonny Bennett sientes que si eso fuese una escena pondrían algo como She’s lost Control de Joy Division?

Imagina que es un amigo como cualquier otro.

Oh, lo siento, pero nunca he tenido amigos que lucieran remeras de The Doors y lucieran así de guapos, tampoco he tenido amigos con pintas de chicos malos y que en la mitad del metro te sonrieran e hiciera que tu cerebro hiciese un cortocircuito vergonzoso, tampoco tenía amigos que oliesen como olía él.

Nos bajamos en la estación Diversey, me extrañé que ese sector de Chicago no hubiese sido visitado por mi y mis padres en nuestro paseo del domingo pasado, pero así era, todo lo que estaba viendo era totalmente nuevo para mi.

- No te importa caminar ¿verdad? – preguntó mirándome de refilón.

- Claro que no…- respondí ajustándome el bolso y percatándome de un detalle en él.- ¿Y tu mochila?

- En la escuela.

- ¿Y tus libros y cosas para estudiar?

- Me importan una mierda los estudios…- confesó esta vez mirándome completamente.

- ¿En serio? ¿Entonces ahora no entrarás a nada?

- Esa opción está vetada para mi.

- ¿Y por qué?

- Cuidado.- replicó tomando mi brazo para detenerme en una esquina, nos miramos unos segundos- Aquí los automovilistas son asesinos, Canadá.

- ¿Canadá?

- ¿No vienes de allá? Oí a unos chicos comentar.

- ¿Quiénes? – inmediatamente entré en pánico, odiaba que hablasen de mi, ¿qué pasaba con mi plan de pasar desapercibida?

- Da igual… ¿vienes de allá o no?

- Si.

Veinte minutos después nos encontrábamos ya pisando la playa en la –al parecer famosa- Bahía de Diversey, había viento, aunque no demasiado, el cielo se debatía entre si seguir despejado o comenzar a nublarse, las nubes se movían rápidas allá arriba. Me tomé el cabello por precaución, no quería otro episodio a lo Jackson 5. Luego de ir a la orilla en completo silencio terminamos ambos sentados en la arena, observando hacia el frente, me gustaba el mar, desde siempre había tenido cierto poder hipnótico en mi.

- ¿Te han seguido llegando papeles con mierda escrita? – preguntó de pronto. Negué con la cabeza, aunque no quise mencionar esa pequeña amenaza de pasillo que había recibido. – La gente a veces puede ser muy estúpida.- comentó mientras se acostaba completamente, mirando hacia el cielo. Me debatí unos segundos sobre si imitarlo o no, finalmente hice lo mismo.

- No se tu apellido.

- Weismann.- respondió casi inmediatamente.

- Alemán.

- Supongo. Aunque mi familia ha vivido en Chicago por siglos…- nos quedamos en silencio unos segundos- Te gusta Joy Division, ¿no? Recuerdo que el primer día que nos conocimos jamás me miraste al rostro, solo mi polera.- me sonrojé, se había dado cuenta, pero qué estúpida.

- Lo siento.

- ¿Tienes la costumbre de disculparte por cosas estúpidas?

- ¿Qué?

- Has oído.- dijo sentándose de pronto.

- ¿Es tu costumbre arruinar los momentos con tus comentarios antipáticos?- pregunté de vuelta e imitando su nueva postura.

- ¿Este es uno de esos momentos? – preguntó torciendo la sonrisa, supe de nuevo que esa era su mueca burlona- ¿Tenemos un momento, Aria? – preguntó mostrando levemente su dentadura al momento de hacer esa pregunta, sabía que se estaba queriendo pasar de listo con esas preguntas.

El problema es que yo no quería perder mi tiempo con alguien odioso, por muy guapo que fuese, suficiente tenía con fantasmas odiosos como para sumarle ahora un chico humano más. Me levanté de un salto, apenas había caminado unos pasos cuando sentí su mano tomando la mía.

- ¿Vas a dejar de huir?

- ¿Vas a dejar de ser tan molesto?

- No puedo.

- ¿Por qué?

- Porque me gusta hacerte enfadar, Aria.

No supe qué responder ante eso, me quedé de pie, con él sosteniendo mi brazo de manera firme, como sabiendo que yo en cualquier minuto me echaría a correr y le dejaría ahí solo.

- ¿Para qué me has invitado? ¿Para verme enojar?

- No. Me gusta pasar el tiempo contigo, es todo.

Juro que traté de mantener un semblante normal luego de escucharle decir eso, aunque supongo que con mi mal karma respecto a todo (incluido eso de existir), debe haberse notado a leguas que estaba hiperventilada y con el corazón latiendo más rápido que el de un ratón. Alcé el rostro y lo vi, con su cabello oscuro desordenado, sus ojos casi grises, su ropa oscura, una pequeña cicatriz en su ceja izquierda. No terminaba de dar mi exhaustiva examinación cuando el sonido de mi celular quebró todo, di un pequeño salto y sólo entonces recordé que no había avisado en casa que iría a otro lado luego de la escuela.

- ¿Alo?

- ¿Aria? ¿Estás en casa? Llamé pero…

- No, má… estoy en… una playa… en…

- ¿Qué?

- Un amigo me ha inv…

- ¿Un amigo te invitó a la playa? ¿Qué amigo? – rodé los ojos, resulta que se muere por verme con gente y luego que ya alguien me invita a algo tiene que sufrir el síndrome de madre sobre protectora.

- Ian.

- ¿Ian qué?

- Ian Weismann, má… va en mi escuela, último año, ¿feliz?

La línea se quedó muda unos segundos, sentí una risita junto a mi, genial, se estaba haciendo costumbre en mi quedar en ridículo en frente de él.

- ¿Y es guapo? – fue el momento en que supe que tenía que cortar.

- No llegaré tarde, nos vemos en la noche, adiós má…

- Tu madre.- comentó él.

- Ahá.

- ¿Quieres que te lleve a casa?

¿Tan pronto? ¿Y que hay de estar más ahí en la playa? ¿Conversar? ¿Conocer al fin algo más de él? Algo debe haberle dicho mi cara que volvió a adoptar esa pose media burlesca, se cruzó de brazos y apuntó hacia un costado de la bahía.

- Allá hay unos roqueríos que te gustará conocer…

- Vamos.

Caminamos otro trecho en completo silencio, me percaté que cuando caminábamos él parecía perderse en sus propios asuntos, lo cual no sabía que tan bueno o malo era, lo bueno es que podía observarlo con detenimiento y saber que no me descubriría; lo malo, en teoría deberíamos estar hablando y no jugando a los mudos, ¿no? Recordé luego el consejo de Leighton, quizás yo estaba demasiado notoria mostrando interés por conocerlo, quizás debía mostrarme más…

- Aria

- ¿Sí?

- Dije que cuidado con esas rocas…- replicó mientras tomaba mi mano para tirarme hacia él. Me sonrojé.

- No las vi.

- Lo sé.

No, no se sienten mariposas cuando el chico en cuestión toma tu mano, se siente el increíble nerviosismo que al hacerlo haya sentido que tu mano estaba sudada por mantenerla tanto tiempo apretada. Horror. ¿Por qué estas cosas tenían que pasarme a mi? Comenzamos a subir unas rocas hasta llegar a una especialmente alta, plana y enorme como para sostenernos a nosotros dos.

- Con mi hermano veníamos a este lugar.- comentó. El sonido de las olas golpeando se sentía fuerte e incluso a instantes podía sentir cómo las gotitas de agua de mar chocaban con mi rostro.

- ¿Ya no?

- Murió.

- Lo s…

- No lo sientas, Aria.- replicó mucho antes que terminase la frase.

- ¿Por qué no puedo sentirlo? – pregunté arrugando el ceño. Entonces me miró fijamente unos segundos.

- Por que no puedes pasarte la vida sintiendo lo inevitable. La muerte pasa y ya, sucede, llega y no cambia nada sentirla, mejor sería olvidarla.

No logré comprender a cabalidad sus palabras, sin embargo una duda asaltó mi mente en ese momento, algo que no me podía guardar, era el instante.

- ¿Fue por eso que te molestaste cuando dije eso de haber matado a alguien en una escuela? – tragué saliva en grueso- ¿A tu hermano lo mataron en su escuela?

Observé su perfil, Ian miraba hacia el mar, perdido en sus pensamientos, inmediatamente me arrepentí de haber lanzado una pregunta tan personal y dolorosa, hice una mueca, estaba por disculparme cuando le di arrugar el ceño y levantarse de un salto.

- Vamos, se te hará tarde para volver a casa, estamos lejos…

- Ian.

Pero no me dejó añadir nada, comenzó a descender por el roquerío y no me quedó otra que seguirlo en silencio, yo arruinando los momentos, qué novedad. El camino de vuelta fue igual de silencioso, sólo que esta vez incómodo, me fui todo el camino golpeándome mentalmente por ser tan bruta y chismosa, ¿Cuál era el afán de preguntarle sobre su hermano muerto? Yo y mi cero tacto social, era la segunda vez que metía la pata con él, y por alguna razón estaba afligida de pensar que quizás no habría una tercera porque simplemente él comprendería lo retrasada que era y no volvería a hablarme de nuevo.

Nos bajamos ambos en la estación que quedaba a pocas cuadras de mi casa y nos miramos unos segundos.

- Gracias por venir.

- Siento no haber sido una grata compañera, a veces…

- Aria.- me tomó por los hombros haciendo que enmudeciese.- Aprende a mandar a todos a la mierda y deja de disculparte por cómo eres y lo que dices… vamos, escuchas Joy Division, no puedes ser de las tías que cree que está mal ser como es, así estás genial…

No sabes lo mal que está ser como soy.

Y nuevamente, antes que pudiese replicar él ya estaba caminando, alejándose, dándome una visión de su espalda y su caminar tan seguro y peculiar. Llegué a casa cuando aún no había nadie, recordé que no había comido nada desde el almuerzo, por lo que saqué uno de los sándwich gourmet de mamá, un vaso de jugo y me fui a mi habitación, eran casi ocho de la noche y le había prometido a Leighton que me conectaría a msn y le contaría de mi cita no-cita (así le llamaba ella). Dejé el plato y el vaso de jugo a un lado mientras prendía el notebook sobre mi escritorio, entonces mientras cargaba y veía aparecer los íconos sobre la pantalla volvió a mi la conversación sostenida con Ian en la playa, su hermano, su muerte…

Mis dedos se fueron solos hacia el buscador de Google, titubeé unos segundos y luego escribí cuatro palabras claves: “Weismann + escuela + Chicago + muerte”, apreté el botón de búsqueda mientras el sentimiento de… culpa aparecía asentándose un poco dentro de mi, ¿por qué averiguar sobre algo que él no quería contarme? era algo de su vida, algo personal algo que… bufé frustrada al ver que lo links que aparecían no tenían nada que ver con lo que buscaba, volví a las palabras claves, cambié “muerte” por “asesinato”, pero nada pasó. Sentía que la respuesta estaba cerca, ahí, pululando alrededor de mi cabeza, sólo que no podía dar con ella…

¿Y si…

A las palabras de búsqueda le añadí “Creeks”, nuevamente apreté el botón y esta vez me quedé estática mirando a la pantalla, el segundo link parecía sobresalir de todo el resto.

“Asesinato de cuatro personas en Secundaria Creeks, tiñe de negro a la ciudad de Chicago”

Sentí casi un zumbido en mis orejas, acerqué el mouse hasta el link y le di click, la noticia daba la fecha de 15 de Julio del 2002, comencé a leer con rapidez, no era demasiado larga, explicaba que los cuatro cuerpos habían sido encontrados por el conserje la mañana siguiente, aún no se conocían las causas de este asesinato múltiple, tres estudiantes y un adulto, no daban los nombres, sólo las iniciales…

H. F.
B. W.
J. S.
L. A.

Uno de ellos fue el que se quedó en mi mente.

B.W.

- Su hermano…

lunes, 5 de diciembre de 2011

7.

No se ustedes pero cuando yo escucho la palabra “paseo familiar” me frustro, sobre todo porque nunca terminamos yendo a los lugares que yo quiero ir, porque mis padres me obligan a comer como si fuese un pavo de navidad que rellenar y porque Max siempre insiste en ir a mis paseos familiares y es de lo más estresante estar lidiando con dos padres que quieren una hija normal y una mocosa de siete años que resulta ser un fantasma y que vive haciéndote preguntas todo el tiempo. El punto es que normalmente nunca podía hacer mucho por zafarme de ellos porque aunque era delgaducha mi sistema de defensa parecía ir siempre a la perfección y nunca lograba inventar una enfermedad lo suficientemente creíble como para que mamá dijese “está bien, Aria, nos quedaremos en casa y tú cuidarás ese resfriado”.

Así que ahí me encontraba, un domingo sentada en la parte de atrás del Jeep recorriendo todos los lugares turísticos de Chicago, al menos Max parecía divertida con eso de salir “en familia”, a veces pensaba que mis padres hubiesen sido mucho más felices teniendo una hija como ella, ya saben, excesivamente preguntona, habladora y vivaz, en cambio me habían tenido a mi… quizás la que debería haber muerto de cólera debería haber sido yo.

- ¿Has visto que lindo es ese parque, Anne? – Asentí con la cabeza, responder con un “sí” hubiese hecho que mis padres desviaran el trayecto del museo hacia el mejor terapeuta de Chicago que estaba segura mi papá tenía su número registrado ya en su celular en caso de emergencia.

No había que ser muy lista para saber que mis padres aunque estaban felices de mi aparente “normalidad” demostrada en Chicago, tomaban todas las medidas de precaución en caso de que volviesen a ser llamados a la dirección porque su hija rompió un aula entera en el colegio.

- Aquí nos bajamos… - dijo mi padre al estacionarse casi en el frontis del Museo de Historia de Chicago.

Un domingo por la mañana visitando un museo de historia… ¡que cosa más hilarante! No se si les he contado, pero otra de las cosas odiosas de ver a la gente muerta es precisamente esta: visitar edificios tan viejos como la moneda de cuarto de dólar. ¿Me explico? Generalmente en edificios como esos, que son de los años en que George Washington era un bebé de cuna, están más llenos de fantasmas que cualquier otro lugar, aquí abundan los sujetos perdidos y generalmente los más bizarros, aunque no niego que no me quejaría si el fantasma de Abraham Lincoln se me apareciera en un museo, creo que aprovecharía de hacerle un montón de preguntas de su vida y sacaría la mejor biografía del ex presidente, la presentaría de manera anónima y me haría millonaria. Aunque nunca me ha pasado eso, ya saben, de encontrarme con alguien “famoso”; al parecer tengo mala suerte hasta para eso, podría encontrarme con el fantasma de Marilyn Monroe, pero no, lo más famoso que he llegado conocer, ha sido el fantasma de un señor que aseguraba ser el sastre de un rey de Alemania (sí, el aún no asumía que estaba muerto, incluso habiendo estirado la pata hacía más de dos siglos… lo supuse por su manera de vestir).

Entramos en el museo e inmediatamente Max casi se pegó a mi para caminar por ahí, en cierta forma era gracioso, Max le temía un poco a los otros como ella… irónico ¿uh? un fantasma que le teme a fantasmas, pero así era, no le gustaban ni un poco (aunque jamás lo reconociera), quizás lo que le faltaba era conocer a alguien como ella, de su edad, un fantasma que representase esos congelados 7 años que ella era, pero eso aún no ocurría, lo cual en cierta forma era un completo fastidio, de hecho Maxime era la única niña fantasma que había conocido, lo cual si lo pensaba era… extraño.

- Este es el primer plano de la ciudad de Chicago… ¿has visto esto? – apuntó mamá hacia una vitrina de manera rectangular.

Asentí, entonces pasó lo esperable, una chica vestida de criada se paseaba de un lado a otro del salón limpiando, como si fuese lo más normal llevar esos anticuados trajes de servidumbre del siglo XIX, la miré disimuladamente unos segundos, y entonces le oí cantar en un idioma muy parecido al francés, fue la advertencia para voltear mi cabeza y fingir que estaba demasiado interesada en esa charla de mi padre sobre los edificios históricos de Chicago; no podía permitirme otro episodio como el de la novia muerta, suficiente estrés había tenido con una chica muerta en el siglo XXI, ¿qué favor tendría que hacer a alguien que vivió hace más de cien años? no viajaría a Francia a visitar a sus tataranietos para darles algún recado, de ninguna manera.

Recorrimos el museo y nos llevó todo lo que nos quedaba de mañana, me escapé unos momentos de mis padres y aproveché de pasear con Max y responderle algunas de sus muchas preguntas.

- ¿Has visto que vestido tan bonito? – apuntaba hacia un vestido de principios de siglo XX que se encontraba en medio de una gran galería dedicada sólo a vestimenta de épocas.

- Está bonito…- respondí acercándome.

- Mamá usaba muchos como estos…

Maxime hablaba poco de sus padres, a veces lanzaba frases sueltas como esas, pero luego pasaba a otro tema y no volvía a recordar nada más, supongo que lo hacía como mecanismo de defensa, ¿qué tan triste puede ser andar como fantasma por la Tierra y que tus padres hayan muerto hace unos… ochenta años atrás?

- A mi también me gustaría usar unos como esos…- añadió.

- Podrías, ya sabes que puedes…

- Me gusta este- tomó su vestido- mi mamá y yo lo compramos juntas…

No se si saben pero aquí va otra revelación de la gente muerta que deambula por ahí, pueden mutar su apariencia, aunque generalmente nunca lo hacen porque se acostumbran a lucir siempre igual y el “cómo se ven” para a ser algo muy de tercer plano una vez que estás muerto, supongo. Pero sí, si quisieran podrían lucir un smoking o el pijama a rayas que usaban por las noches, parece un poco estúpido ¿no? pero si lo piensas no lo es demasiado. Después de quebrarme la cabeza pensando en estos sujetos muertos, llegué a la conclusión que en su forma de fantasma seguro que conservan su esencia y recuerdos humanos (al menos lo sustancial) y creo que eso les permite visualizarse de maneras distintas, aunque nunca he visto un fantasma que cambie su forma de lucir de 14 años a unos 45, si puedo decir que cambian de vestimenta al menos, hace unos cinco años conocí a una tipa de lo más presumida, había muerto quemada (nada bien) pero insistía en lucir diferente cada vez que se me aparecía por ahí, no paraba de repetir eso de “la apariencia” y no paraba de desaprobar mi manera de vestir lo cual por cierto era completamente odioso.

Alcé el brazo y acaricié levemente la coronilla de Max mientras ella tocaba las puntas del vestido.

- ¿La extrañas? – me atreví a preguntar.

- Mucho…

Saqué mi mano de ahí y la volví a un costado, no sería nada bueno que mis padres me viesen acariciar un “objeto invisible”.

- Sabes que podrías… ya sabes…

- Aria…- Me volteé, eran mis padres haciéndome señas para irnos. Comencé a caminar y sentí a Max hacerlo junto a mi- ¿Qué tal si vamos por unas ricas pastas a ese restaurante del que les hablé? – preguntó mamá.- hoy no tengo ganas de cocinar y mi amigo Giacoppo tiene este local hace más de diez años…

Sonreí mientras mi madre me abrazaba a mi y a papá en el trayecto hacia el auto, ambos hacían todo lo posible por remediar el episodio de “no puedes hacer amigos sola” y se los agradecía de corazón.

El día fue completamente agotador, aunque no tan malo como pensé que sería, llegamos a casa casi a las siete de la tarde y lo único que quería era darme un baño, ordenar mi cabello que era un desastre y dormir, todo por la genial idea de mis padres de recorrer a pie el parque Millennium, gracias a eso se podría decir que al volver a casa, mi cabeza estaba perfecta para ser el sexto miembro de los Jackson 5, no sé si me explico…

- Yo debo ir al diario a revisar algunas cosas… tengo que echarle un vistazo a un reportaje especial que se le ha ocurrido a George- replicó mi padre apenas pusimos un pie en casa.

- ¿Y de qué va?

- Crímenes que han marcado a la ciudad…- respondió.

- ¿No es un poco… macabro eso? – preguntó mamá, no podía estar más de acuerdo. Papá se encogió de hombros.

- Si nos van a obligar a meter historia de la ciudad, al menos que sea algo con impacto para la gente… - comentó a la rápida, antes de coger sus cosas y volver a salir.

Luego de decirle a mamá que descansaría unos momentos entré en mi habitación, Max había desaparecido hacía un par de horas, siempre ocurría lo mismo cuando recordaba a sus padres, desaparecía supongo que a llorar a algún lugar apartado y luego volvía fingiendo que nada había pasado; a veces me quebraba la cabeza para descubrir qué es lo que ataba a Maxime a vagar por ahí pero aún no podía descubrirlo y hasta que ella no dejase de evadir el tema continuaría así, quizás por siempre… lo cual era desconsolador.

Me eché en mi cama y supongo que en algún punto me quedé dormida.

OoOoOoO

Cuando supe que me mudaría a Chicago lo primero que hice fue lo obvio: googlear el nombre y leer Wikipedia. Bueno, quizás eso no es lo obvio pero para alguien como yo, sí, siempre me gusta saber a donde voy y con qué tengo que enfrentarme. Lo primero que leí de Chicago es su famoso apodo de “Windy City”, lo curioso es que realmente no es la ciudad más ventosa de país y no ha sucedido nada especialmente catastrófico a lo largo de la historia en relación a sus vientos; cuando le comenté eso a papá se rió y me dijo que generalmente la historia está llena de incoherencias y que lo que se supone que es finalmente nunca lo termina siendo, no quiero culpar a mi típica paranoia habitual pero sentí que esas palabras calaban hondo en mi, es decir, ¿acaso mis padres sospechaban si quiera que su problemática hija adolescente podía ver y hablar con la gente que está muerta?

Y ahí estaba, mi segundo mes oficial en Creeks y se podía decir que lo llevaba bastante bien, excepto en esa parte donde la líder de las porristas me odia y tengo dos advertencias por llegar tarde, una tercera y me ganaría un lindo pase a Detención y un castigo, lo que a mis padres no les haría una pizca de gracia (y a mi tampoco).

- …así que yo le dije… ¿para que ver una serie donde unas chicas ricachonas y huecas se la pasan cotilleando? Y entonces Maggie me miró como si yo hubiese dicho que George Washington había sido hijo de Satanás… ¿puedes creerlo? - sonreí, Leighton se había pasado la mañana comentándome el cómo su vecina la había prácticamente echado de su casa por supuestamente ofender su serie favorita.

- Tus vecinos están locos, Leighton…- comentó Patrick mientras caminaba también junto a mi.

- Maggie está loca… - corrigió ella.

- Es amiga tuya.- añadió él.

- ¿Qué estás queriendo decir? – preguntó mi amiga (sí, dije amiga) alzando la voz y haciéndome reír.

- Yo sólo dije que…

- ¿Quisiste decir que yo también era loca?

- Hey, ustedes…

- ¡Aria! – me volteé y vi a Ian parado en la puerta de un aula, haciéndome una seña con la cabeza para ir hasta él. Miré a Leighton y Patrick que aunque se habían detenido pero seguían discutiendo sobre si ella estaba loca o no.

- Chicos… los alcanzo luego…

Me volteé y comencé a caminar contra la gran masa de alumnos que iba en sentido contrario, hasta alcanzar la puerta en donde lo había visto llamarme, pasé e inmediatamente vi que él había cerrado la puerta, me sentí nerviosa, por alguna razón, demasiado nerviosa, quizás porque volvíamos a estar solos los dos, y eso se estaba haciendo, uhm… común.

- ¿Qué tal? – pregunté ajustándome las manos en los bolsillos, le vi encogerse de hombros.

- ¿Qué tal tu fin de semana? – preguntó avanzando hasta mi.

- Bien ¿y el tuyo?

- Aburrido, como siempre.

- ¿Por qué? – me miró como si hubiese hecho una pregunta especialmente interesante.

- ¿Qué harás hoy, después de la escuela? – mi estómago dio un salto, un vuelco en 360 grados antes que sintiera que estaba apta para responder a aquello.

- Nada.

- Foster Av.

- ¿Eh?

- La playa… ¿la conoces?

- No.

- ¿Vamos?

- Pero…

- ¿Qué?

- ¿Nosotros dos?

- ¿Ves a alguien más en esta sala?

Me sentí estúpida, ¿por qué siempre él lograba hacerme sentir como una chica retrasada? (más de lo que ya me sentía que era) Me sonrojé, entre rabia, vergüenza y algo más. Ian me estaba invitando a ir una playa, los dos solos, después de la escuela. ¿Era una cita? No, claro que no, nunca me habían invitado a una cita, además cuando eso pasa se supone que el chico en cuestión dice que es una cita, en cambio Ian lo planteaba como un simple paseo por… una playa.

Los dos solos…

Enfócate, Arianne.

- Vale…- fue el momento exacto en que sonó el timbre, le vi articular una sonrisa extraña, algo astuta, que por cierto le hacía ver como un clásico chico malo, al estilo James Dean en “Rebelde sin causa”. Oh dios mío, ¿acababa de comparar a Ian con James Dean? - Debo irme.- añadí, huir siempre era la opción cuando mi cerebro comenzaba a pensar estupideces.

- Te espero en el patio trasero a la salida.

Corrí a mi siguiente clase mientras sentía el corazón en mi pecho latir de manera escandalosamente rápida, Ian me había invitado a ir a un lugar fuera de la escuela, ¿no era eso genial? nunca un chico me había invitado a ningún lado, al menos no por voluntad propia y no es que fuese un adefesio ni mucho menos, pero ya les he explicado este asunto de los muertos y que decidí no socializar mucho con la gente, pero en el caso de él…

- Por un pelo y te agarras tu tercer pase de atraso, Aria…- dijo Leighton agarrándome la mano y haciéndome sentar junto a ella.- ¿En qué mierda andabas? – me sonrojé y por supuesto alguien tan vivaz como ella lo notó.

- Oh, no me digas que tú…

- ¿Qué? – me sonrojé más- No es lo que estás pensando…

- ¿Estabas con un chico? – preguntó abriendo los ojos y adoptando una pose de mal disimulada emoción.

- Conversando, Leighton, sólo conversando.

- ¿Y quién es?

- Ian.

- ¿Ian qué?

Me quedé muda, aún no sabía su apellido.

- Pues… sólo Ian, va en último año.

- ¿Y cómo es?

Pero no pude detallarle nada de él porque fue el momento en que el profesor comenzó a dictar la clase, a la que por cierto no pude prestarle ni la más mínima atención, ¿cómo hacerlo si en menos de tres horas estaría dirigiéndome a una playa que no conocía con un chico que… no conocía del todo? De pronto mi censor de alarma se encendió un poco, no conocía nada de Ian, ni siquiera su apellido, ¿qué tan peligroso podía ser irme con él por ahí?

- Oye Leighton…

- ¿Uhm?

- Iremos a la playa en Foster Av. ¿La conoces?

- ¿La que queda en bahía Diversey?

- No sé, supongo…

- Sí, debe ser esa, ¿así que tendrás una cita? – preguntó en susurros mientras anotaba en su cuaderno, al igual que yo.

- No es una cita.

- Ah, entiendo, es de los chicos que no le gusta etiquetar nada, ¿uh? ¿y ya se han besado?

- Leighon, apenas hemos conversado un par de veces…

- Bueno, ya habrá tiempo para eso, asegúrate de no demostrar mucho interés hoy, así se engancha más, ¿vale?

Me sonrojé. Todos parecían saber más de chicos y citas que yo, lo cual me hacía sentir más patética y perdida.

Maldita adolescencia.

jueves, 1 de diciembre de 2011

6.

Creo que nunca antes había llegado tan temprano y ansiosa a un lunes de escuela, había puesto mi despertador quince minutos más temprano e incluso le había dicho a Max que me despertase en caso que el aparatito no lograse sacarme de la cama, así que sí, faltaban quince minutos aún para entrar y yo llevaba ya unos cinco paseándome por los pasillos buscando a Ian, sí, por alguna razón continuaba sintiéndome mal por nuestro último encuentro y me repetía una y mil veces que lo mínimo que podía hacer era disculparme con él, ¿por qué? no lo tenía muy claro pero para variar en mi, había metido la pata en algo.

Salí al patio y entonces lo vi, sentado junto a todo un grupo de chicos en la pileta en medio del patio, él no me había visto aún, había tanta gente a su alrededor que el impulso de hablar con él desapareció súbitamente dejando en mi mente una estela que me susurraba algo muy parecido a “cobarde”. Hice una mueca mientras me ajustaba los arciales de la mochila, no, no podía acercarme a él, no cuando habían tantos chicos ahí, era un desastre entablando conversación en grupos grandes y eso sumado al hecho que lo que quería era disculparme, probablemente si me acercaba a ese lugar lo único que saldría de mi boca sería un chillido de ave moribunda.

Retrocedí todo el camino y volví a ingresar al pasillo, lo mejor sería hablar con él en otro momento, ya había sucedido cuatro veces eso de encontrármelo solo –no, no es como si las hubiese contado y detallado-, lo más probable es que pudiese encontrármelo nuevamente por ahí. Miré mi reloj y recordé que tenía mi libro de Álgebra en el casillero, comencé a caminar más rápido, sería un fiasco si nuevamente llegaba atrasada a la clase del señor Roberts, la excusa de ser nueva ya no me serviría, era mi cuarta semana en Creeks, se suponía que ya me conocía la escuela de memoria… casi.

Llegué a mi casillero, lo abrí con rapidez y entonces un sobre negro cayó a mis pies, un sobre negro que alguien había dejado en mi casillero… como era de esperarse la paranoia me poseyó, miré a lado y lado en el pasillo lleno de estudiantes mientras me agachaba a tomar el sobre entre mis manos, ¿sería una mierda de broma por ser nueva? oh, dios, ¿se habrían dado cuenta ya que existo? Con las manos temblorosas (sí, dije antes que la paranoia me poseyó y eso nunca es bueno) abrí el dichoso sobre y vi un papel blanco doblado, lo abrí y entonces sentí mi estómago revolverse ante la única palabra escrita ahí, con mayúsculas y marcada a plumón: PERRA.

Doblé la hoja, la metí al sobre y la guardé en mi mochila a la velocidad de la luz, saqué mi libro de Álgebra y caminé como una flecha hacia mi primera clase. En realidad no era novedad que aparecieran sobres en mi casillero, como dije antes en mi anterior escuela ya era considerada una rara, y aclaro, una freak pero nunca una “perra”, es decir, vamos, ¿alguien como yo flirteando con alguien? ¿alguien como yo atrayendo a un chico? Lo máximo que había logrado atraer en mis 16 años había sido al hurón de Matthews Mccandless, y no, no estoy llamándole hurón a Matt, estoy diciendo que su mascota parecía tener una obsesión conmigo, aún recuerdo ese tedioso trabajo de Literatura que me obligó a ir a su casa por dos semanas y soportar a su mascota pegada en mis piernas como si tuviese un imán.

“Freak”, “Retrasada”, “Autista” y un montón de apodos más lanzados en mi casillero en mis anteriores escuelas, todos esos aceptados con dignidad, en cierta forma sí, era una freak, ¿desde cuando ha sido normal hablar con los muertos? pero nunca me habían llamado “perra” y menos en mi cuarta semana de escuela. Pasé la clase de Álgebra en un universo demasiado lejano, el dichoso sobre parecía quemar en mi mochila y en mi cabeza, ¿por qué alguien ya parecía odiarme? Comencé a hacer un recuento de todos mis actos desde que había puesto un pie en Creeks, recordé haber estado hablando unos diez minutos con el inspector, ¿habría alguna chica detrás de él? No, eso era improbable, el sujeto tenía la misma cara que un gremlin, luego había ido a secretaria, había aparecido Ian, luego había tenido mi clase de…

Ian.

¡Ian!

¿Y si una chica me había visto hablando con él y por eso me odiaba? Eso era casi imposible, todas las veces que habíamos hablado habíamos estado solos… ¿Y si nos habían visto de lejos? ¿Con qué otro chico había hablado durante mis semanas en Creeks? Sólo él, Patrick, ese anteojudo de Biología cuyo nombre no recordaba, William de Artes pero era gay, me lo había dicho Leighton… ¿y si un chico era el que me enviaba la nota por haber halagado el dibujo de William en la última clase? Había oído que los chicos gays eran los más fieros con eso de defender “lo que es suyo”, aunque no era un pensamiento que me convenciera demasiado. ¿Alguien más? Nadie… Sentí mi estómago retorcerse ante la casi constatación que lo más probable era que si el mensaje era por haber “flirteado” con un chico se tratase de Ian. ¿Y si tenía novia? No supe por qué esa idea sonó tan increíblemente molesta en mi cabeza.

Vino el receso y luego Química y luego Historia, donde Leighton se sentó a mi lado como ya comenzaba a hacerse costumbre, Patrick lo hacía al otro lado del pasillo, paralela a Leigh, así que en cierta forma estábamos los tres.

- ¿Qué te dio Reeds en Química? – preguntó ella arrugando el ceño- a nosotros la cabrona de Gilbert nos tiró ya dos trabajos para las próximas dos semanas, ¿cierto Pat? – el aludido asintió con la cabeza mientras sacaba los libros de su mochila.

- Nada, apenas ha fijado una prueba… - respondí. Leighton bufó.

- ¿Ves? – preguntó mirando a su amigo- Te dije que habíamos quedado en la clase cabrona, esto es tu culpa…

- Yo no te obligué a tomar con Gilbert…- respondió tranquilamente Patrick mientras escribía algo en su cuaderno, me reí al verlos a ambos.

- Bah, ¿y quién me ayudaría a pasar Química?

La conversación quedó ahí y mientras el maestro de Historia parecía entretenido ordenando su maletín supe que era mi oportunidad.

- Oye, Leighton… - dije bajito, sólo para que ella me oyese.

- ¿Uhm? – abrí mi mochila, saqué el sobre y se lo tendí por debajo de la mesa, ella captó la indirecta y sacó el papel disimuladamente, observé su rostro al leer el contenido antes de cerrarlo rápidamente y pasármelo.

- Estaba en mi casillero hoy, ¿tienes alguna idea de quién pudiera ser?

- Pero que perras…- comentó- Perras o perra la que te escribió eso, además ¿tú? ¿perra? ¡pero si con suerte has hablado con Patrick! – exclamó haciendo que me sintiera entre aliviada e insultada.

- Bueno, también he hablado con…

- Supongo que pudo haber sido Elizabeth…

- ¿Quién? – dije mirándola interesada.

- Ya sabes, aunque no se note que es “popular” es la capitana de las porristas, podría ser ella, se que en el fondo le gusta sentirse que domina algo, aunque en esta escuela nadie las quiere mucho a las porristas… ni tampoco a los cabezas de balón…

- ¿Entonces crees que pueda ser ella?

- No se me ocurre alguien más… es decir… bueno, también algún bromista que sólo quería hacerte sentir mal… - nos miramos unos segundos- ignóralos, Aria, supongo que en tu anterior escuela también estaban los típicos abusones que gastaban bromas a otros.

Asentí. No le quise contar a mi nueva amiga que en mi antigua escuela conocía demasiado bien a esos abusones gasta bromas. La clase pasó lenta y tediosa, quizás todo se debía a que esperaba con demasiadas ansias la hora de almuerzo, donde si tenía suerte podría encontrar a Ian solo y… Detuve el pensamiento en esa parte y lo pensé mejor, ¿y si efectivamente todo eso era por Ian? No era lo más inteligente hablarle en medio de la cafetería cuando todos podrían estar viéndonos… Bufé, y salí rápido de la sala apenas sonó el timbre.

- ¿Dónde vas? – preguntó Leighton al verme caminar hacia el otro lado del pasillo.

- Tengo que ir a secretaria.- mentí- los veo luego…

Comencé a caminar y me dirigí sin escala hacia uno de los patios traseros, dos veces había visto a Ian por esos lugares, quizás si tenía suerte… Agradecí el haber llevado uno de esos sándwiches gourmet que mamá preparaba y dejaba en la nevera para que yo sacase en cualquier momento, en teoría esos no debían ser mis almuerzos, sólo mis colaciones, ¿les hablé de eso que mis padres tienen todo un plan para hacer que deje de tener apariencia enclenque y debilucha? se que mamá tiene la esperanza que engorde unos 8 kilos más y deje de parecer tan desnutrida, lo cual por cierto no es porque no coma (amo comer, vamos, que mi madre es chef, ¿en serio piensan que soy de las que cuenta calorías?), la cosa es que como guinda de la torta de mi mal karma, sucede que aunque coma sigo pareciendo un pollo desplumado y no hay forma de ver curvas en donde las debería tener una chica de 16 años. Además de todo eso que les he contado de mi vida, se suma el hecho que no soy una adolescente sexualmente atractiva, ¿genial, no? soy algo así como el condensado de la chica freak, sólo me faltan los anteojos y los braquets y con eso completo el pack.

Me senté en la misma banca y saqué mi sándwich de lechuga, salmón ahumado, pasta de… algo raro y otra cosa rara más (dije que era gourmet y hecho por mi madre) y comencé a comerlo, sí, con una lentitud un poco fingida, no es como si esperase que alguien apareciera en ese momento. El punto es que me terminé el sándwich y continuaba sola bajo el árbol, me sentí un poco estúpida así que saqué mi mochila y el dichoso sobrecito que me había arruinado mi mañana de día lunes, miré la palabra y las letras negras.

- ¿Hoy no hay libros de Harry Potter? – preguntó una voz a mis espaldas. Me volteé rápidamente y lo vi ahí, apoyado en el tronco del árbol, mirándome fijamente.

- No.

- Lástima, te lo iba a pedir prestado…

¿Nuevamente se estaba burlando de mi o lo decía en serio? Le vi acercarse y sentarse junto a mi, literalmente junto a mi, no dejaba de observar mi rostro lo que por cierto me provocó una inesperada taquicardia.

- Creí que estabas enfadado conmigo.

- No lo estoy.

- Pero el viernes…

- El viernes me pillaste en un mal momento…

- De todas formas yo lo s…

- Dije que no lo sintieras, Aria.

Bajé la mirada y volví a mirar al frente, de refilón pude ver que él miraba hacia el mismo punto que yo. El silencio nos envolvió a ambos y sentí que no podía quedarme con la duda.

- ¿Fue por lo que dije de haber matado a alguien? – sí, llámenme estúpida pero no podía quedarme callada. No me atreví a mirarlo esta vez, sólo esperé y añoré con el alma que esta vez no se parara y me dejase sola. Sentí su suspiro y supe que hablaría.

- Es una historia demasiado mierda de contar.

- Entiendo.

- No, no entiendes, pero mejor así.

Nos volvimos a quedar en silencio y entonces vi su blanca mano apuntar hacia la carta en mis manos.

- ¿Qué es eso? – me sentí enrojecer completa, traté de apartar el papel pero él había sido más rápido, arrebatándome la carta de las manos y estirándola frente a su rostro leyendo en todo su esplendor la palabra “perra”.

Oh sí, como si fuese lo más ideal que el chico que te gusta leyese el nuevo apodo que alguien ha decidido ponerte en la escuela. ¿Dije que me gusta? Ignoren eso, es decir, me gusta como es, sí, pero no es como si me gustase de… bueno, ya saben, eso.

- No es nada… seguro fue una broma de mal gusto.- añadí rápido, Ian me miró como si hubiese dicho algo especialmente tonto (al menos así me sentí) y luego volvió a mirar el papel.

- ¿Te lo han escrito a ti? – enrojecí.

- Ahá.

- ¿Cuándo?

- Hoy lo encontré en mi casillero…

Vi cómo Ian observaba el papel con la única palabra escrita en él como si fuese lo más interesante del mundo, comencé a sentirme incómoda.

- ¿Lo denunciarás? – preguntó de pronto. Negué vehementemente con la cabeza.

- No, nunca.

- ¿Por qué?

- Porque eso me traería problemas y no quiero que mis padres terminen hablando con el director, además es una simple carta, no es como si me fuese a morir porque me han llamado así…

- Pero no lo eres…

- ¿Eh?

- No eres esto…- apuntó el papel. Me pareció gracioso que alguien de apariencia tan… ruda como él, optase por no decir la palabra “perra”.

- Bueno, eso ya lo se, pero la gente puede pensar lo que quiera, me da igual.

- Me gusta como eres.- replicó él haciendo que el proceso de hiperventilación avanzase se manera peligrosa.

Aria, él ha dicho que le gusta como eres no que le gustas, no leas entre líneas, eso nunca termina bien.

- Gracias.

- No era un cumplido.

- Lo se.

Fue el (maldito) momento en que sonó la campana que supe que mi momento con Ian había llegado a su fin. Me paré del banco y él se quedó ahí sentado, observándome. ¿Había dicho que su mirada era increíblemente… potente? No, no me malinterpreten, no estoy diciendo que es como los chicos de las películas que son extremadamente guapos y con solo mirarte hacen que tengas ganas de desmayarte ahí mismo, no, con Ian era distinto, mirarlo era como… como saber que habían demasiadas cosas escondidas ahí por descubrir…

- Nos vemos…- dije luego de unos segundos en que no se me ocurrió nada más inteligente que añadir.

- Claro.

Comencé a caminar mientras mentalmente me reprochaba mi increíble retraso social, “Nos vemos”, ¿en serio? ¿Nada más creativo? ¿Nada que insinuase el verse al menos pronto?

Oh sí, Aria, vas muy bien en eso de interactuar con chicos de tu edad.

- ¡Aria! – entonces me volteé al escuchar su voz llamándome, lo miré, estaba de pie nuevamente junto al árbol.- Ignora a las chicas estúpidas…

Me quedé de pie sin saber que responder, así que sólo asentí con la cabeza antes de voltear y comenzar a correr, estaba demasiado lejos de mi próxima clase, debía apurarme si no quería llegar atrasada, el problema es que los pasillos estaban tan llenos que pronto me vi caminando igual que todos entre un tumulto de gente, pasaba por el aula de Física cuando sentí claramente en mi oído izquierdo.

- Estás advertida, Aria…

Me volteé y entonces vi pasar en sentido contrario del pasillo a un grupo de chicas, todas vestidas de porristas, una castaña con piernas kilométricas caminando unos tres pasos delante de todas, y entonces comprendí.

Esa debía ser Elizabeth.

¿En qué minuto había pasado a ser odiada por la capitana de las porristas?