martes, 22 de noviembre de 2011

1.

Fue el Octubre más caluroso que he vivido en mi vida, era la primera vez que visitaba Sudamérica, y fue la primera y última vez que visité a mi abuela paterna en su país, vivía en Santiago de Chile, viajar de Toronto a Santiago fue algo así como lo mejor que podría haberme pasado en mis apenas siete años, pero si hubiese sabido que ese viaje marcaría de tal manera mi vida probablemente no lo hubiese hecho jamás, aunque dudo que haya tenido mucha opción, y de todas formas en algún punto me hubiese dado cuenta que algo mal andaba conmigo.

Pero mejor vayamos al grano, ver a las personas muertas nunca podría considerarse algo bueno, créanme, ignoren las películas, las series para adolescentes y los libros que luego hacen películas, ver a las personas que han estirado la pata no tiene ni una pizca de gracia ni glamour ni te hace más interesante ni popular y les diré por qué: te consideran una loca en la sociedad. Claro, a mis siete años era de lo más genial poder ver a mi abuela Eloisa cuando todos aún lloraban su muerte, y esa fue la primera vez que comprendí todo el asunto… ya saben, de ver personas que otros no… yo sabía que mi abuela había muerto esa misma mañana, ¿cómo era posible que estuviese paseando junto a mi en el jardín? entonces lo entendí, había perdido un tornillo o efectivamente mi abuela estaba ahí sonriéndome.

- Dile a Oscar que vuelva a hablarle a su hermano…

- Pero abu…

- Hazlo por mi, Arianne.

- Pero tú estás mu…

- Por eso mismo harás que tu padre vuelva a hablar con mi Santino, yo ya no puedo hacerlo… ¿Lo prometes?

- Está bien…

Supongo que ese fue el principio del fin, porque además está el otro asunto de lo más molesto, los muertos que andan por ahí deambulando lo hacen por una razón: tienen cosas pendientes y cuando descubren que yo puedo verlos y oírles no encuentran nada mejor que pedirme que lo haga por ellos. Trato al máximo que no descubran que puedo verlos, es decir, no es como si ellos supieran que soy una medium o algo así (odio el término), así que me fío de eso y de lo excelente actriz que he logrado ser desde mis siete años hasta ahora que tengo dieciséis como para deambular como un ser humano más, aunque al parecer lo he hecho horriblemente con eso de pasar desapercibida, porque si los muertos no notan lo rara que soy, mis padres sí y aquí viene la otra parte nefasta.

Si hubiese sabido que el poder ver y hablar con los muertos sería un pase gratuito a un tour por tres escuelas, cinco terapeutas y un cambio de ciudad y país de extremo a extremo seguramente habría dado todo por deshacerme de tan nefasta “cualidad”. Se que en el fondo mis padres creen que estoy loca, ¿Cómo no hacerlo? Hablo “sola”, las pocas veces que he tratado de ayudar a algún fantasma termino metida en líos, no hago amigos porque comprendí que mientras menos sociable soy menos posibilidad tiene la gente de descubrir lo freak que soy, es decir ¿quién querría ser amiga de la chica que habla con los muertos que nadie puede ver? Así que este es el asunto: Tengo 16 años, acabo de mudarme a Chicago, he tenido sólo un puñado de amigos en toda mi vida y para todo el mundo soy algo así como una retrasada social, cuando aparece gente a saludarme nunca se si hacerlo o no porque nunca se si son fantasmas o personas reales de carne y hueso, ¿qué haría mi madre si mientras vamos por el centro comercial me ve saludar a chicas invisibles? Seguramente terminaría enviada a internarción en algún centro de rehabilitación de California, ese donde van las celebridades que han perdido un tornillo. Es que no es nada de fácil para mi saber si hablo con una persona de verdad o con un sujeto que murió hace cinco años atrás, el asunto es que ellos no lucen como en las películas, ellos no tienen el balazo atravesando su pecho, no les falta un brazo, ni se ven pálidos o transparentes y tampoco vuelan… ellos lucen como personas normales, caminan, fuman y abren puertas… la única forma de saber que son espíritus es cuando hacen sus apariciones o desapariciones a lo David Cooperfield, ya saben… pero fuera de eso, nada más, podrían pasar como simples mortales.

Y ahí está el problema de todo.

Mudarme a Chicago fue algo así como bueno, no me quejo, es decir con 16 años y una agenda social en números negativos no era factible ponerme a hacer el show de adolescente incomprendida cuando mis padres me dijeron que nos mudaríamos de Toronto a Chicago, es decir, era casi lo mejor que podría pasarme, en mi escuela ya estaba estigmatizada como la niña freak y supuse que un cambio de aire y gente nueva no me haría mal, además, mudarme a la tercera ciudad más poblada de Estados Unidos, y formar parte de esos casi 3 millones de norteamericanos que viven ahí me parecía de lo más genial, mientras más gente, más fácil hacerme invisible y ser ignorada, es decir ¿quién prestaría atención a la chica nueva cuando es una escuela de más de dos mil alumnos?

- ¿Estás cómoda en tu nueva habitación? – esa era mi madre. Lorraine Wyatt, chef, canadiense de tomo y lomo y algo así como la chica más linda y popular que podría haber pisado la secundaria alguna vez, a veces me preguntaba cómo es que yo no saqué ni un poquito de ella, ya saben, pero luego llegaba a esta cosa de los muertos y bueno… comprendía que para mi estaba vetado el plan de llegar a coronarme reina del baile o algo así, aunque lo tenía asumido y no me quejaba. Unas chicas obtienen coronas, yo una conversación con un sujeto que murió en las vías del tren.

- Sí, má…

- Tu padre ha ido a comprar comida china, ¿podrías ayudarme a poner la mesa mientras tanto?

- En un minuto voy…

Miré alrededor en mi habitación y suspiré, era un bonito apartamento, de hecho mi pieza era bastante genial, tenía vista a la ciudad, balcón y las paredes eran de ladrillo envejecido, todo ese estilo que sabía venía de mi papá y su gusto, siempre pensé que hubiese sido un buen arquitecto, aunque su carrera de periodista había logrado llevarla bastante bien.

- ¡Arianne! – era la voz de mi madre. Eché un último vistazo a las cajas aún sin abrir y salí disparada hacia el comedor.

- Comida china para las señoritas…

Sonreí, sabía que mi padre hubiese deseado una hija más normal pero me alegraba ver que al menos hacía el intento de aceptarme y creer que había armado una familia perfecta y feliz (incluso con esos episodios donde debían cambiarme de escuela), pero hablando en serio, ¿alguien más feliz y cool que él? De partida había enamorado a mi mamá en apenas un par de días, ¿Qué chico logra atraer a la chica deseada por todos y encima llega a casarse con ella? Sólo él. Llevaba apenas unos días en Toronto, escapando de la dictadura en Chile cuando conoció a mi madre, se podría decir que el flechazo fue rápido… aunque yo tardé en nacer, al parecer mamá tuvo demasiados problemas para quedar embarazada, pasaron años antes que pudieran tenerme, y bueno, cualquiera pensaría que tantos años tratando de tener hijos se pensarían un nombre más genial para su primogénita, pero no: Arianne Francesca Carpanetti. ¿Dije que los abuelos de mi papa eran italianos? Bueno, soy algo así como una mezcla, abuelo italiano, abuela chilena por parte de mi padre, familia canadiense por parte de mi madre y… bueno, yo, que nací en Toronto, aunque debo decir que saqué todos los genes de mi abuela Elo (la chilena), de partida no soy rubia como mi madre, tampoco tengo el cabello castaño oscuro como mi papá, tengo los ojos castaños y el cabello castaño claro, soy tan… común, aunque me gusta parecerme a mi abu, ya saben… es como sentir que vienes de algún lado….

- ¿Y cómo han sido tus primeros días? – preguntó papá mientras se servía de su plato.

Me encogí de hombros, ¿qué podía decirle?

Ya sabes, lo típico, en estos dos días de escuela traté de hablar lo menos posible, traté de colarme lo más posible entre la gente, incluso fui vestida de la manera menos vistosa para no llamar la atención y en esa parte donde me hicieron pasar al frente de la clase y presentarme omití la parte en que eres el nuevo editor en Jefe del Chicago Times…

- Bien…- la mejor respuesta, los padres siempre quieren escuchar que estás bien.

- ¿Y tus compañeros que tal?

¿Han escuchado eso de que los padres nunca pierden la esperanza con sus hijos? Bueno, es verdad, parecen no perderla, pude ver el anhelo en los ojos de mi madre al hacerme aquella pregunta, su deseo por tener una hija con amigos, salidas y escapadas de casa para juntarse con su novio, yo sabía que mi madre prefería eso mil veces antes que la hija desadaptada que era yo, aunque nunca lo decía, pero yo podía leer su mirada.

- Son… muchos…- respondí saliéndome por la tangente- He hablado ya con algunos…

Algunos.

¿Dos cuenta como “algunos”?

Sí, creo que sí.

Esa noche fui a acostarme temprano, apenas era martes y sentía como si hubiese corrido una maratón, lo último que dijo mamá antes de despedirse fue que ordenara de una vez por todas las cajas que me quedaban, llevábamos ya casi dos semanas en Chicago, era tiempo más que suficiente.

OoOoO

Cuando eres nueva en una escuela no pasa eso que ponen en las películas, no se acercan las chicas populares a evaluarte y ver si te incluyen en tu selecto grupo, tampoco se te acercan los nerds de ciencias a tratar de unirte en sus filas y definitivamente no te enamoras del chico guapo que termina siendo mariscal de campo, a veces me pregunto qué mierda tienen en la cabeza los guionistas de Hollywood o a qué escuelas asistieron ellos porque eso jamás pasa, al menos yo que he estado en tres escuelas distintas (con esta cuatro) y nada de eso me ha ocurrido nunca, es más, sucede todo lo contrario, la gente te ignora, básicamente los primeros días no existes para nadie, todos andan demasiado pendientes de sus amigos, sus reencuentros y sus cosas que te transformas inevitablemente en un ser invisible, quizás un par trate de entablar conversación pero nunca más allá, la primera semana nunca es la difícil, porque la gente que te ve realmente no te ve ¿me explico? la semana difícil es la segunda, cuando la gente comienza a reconocer tu rostro y a preguntarse “¿Y esa chica de dónde salió?”, es ahí cuando debo poner todo mi esfuerzo en ser lo más invisible del mundo y no llamar la atención.

Pero apenas estaba en mi tercer día de escuela así que caminaba más o menos relajada por los pasillos, al menos, con la convicción de saberme invisible para el resto. Sabía que mi primera clase del día era Álgebra, el punto es que no salía en que sala se dictaba, así que me dirigía a secretaria para informarme, no era una opción preguntarle a otro estudiante por la clase del Señor Roberts.

Entré en la diminuta oficina y tras un mesón una enorme cabellera rubia y abundante hizo su aparición.

- Buenos días…- saludé a la mujer que parecía más bien haber salido de una portada de revista de moda europea y no una que ocupa el puesto de secretaria de escuela pública.

- Buenos días, ¿qué deseas? – preguntó mirándome con sus… extraños ojos azules, ¿demasiado marica si digo que me dio algo de temor esa mirada?

- Bueno es que…

- Oh, espera un momento…- claro, en algún lugar de la oficina de atrás un teléfono sonaba así que me quedé con la frase a la mitad mientras esa extraña y despampanante mujer se iba tras la puerta, cerrándola.

Sonó el timbre para entrar a clases y bufé frustrada, genial, llegaría atrasada y mi plan de pasar desapercibida se iría al carajo, la niña nueva llegando atrasada, que cliché. Me volteé hacia la puerta y entonces traté de calmar mi emoción al ver la mejor y más grandiosa polera de Joy Division que había visto en mi vida… la admiré unos segundos hasta percatarme que esa polera no andaba sola flotando por los pasillos, un chico estaba apoyado en la puerta y era quién la llevaba. Me volteé hacia el mesón, roja como un tomate.

Genial, Arianne, mueres por la remera y ahora el chico creerá que querías flirtear con él. Vas genial con eso de ser invisible.

- ¿Y la secretaria? – preguntó una voz ronca más cerca de mí. Me volteé levemente, aún avergonzada. Me encogí de hombros.

- Fue a responder una llamada…

- No saldrá en minutos, ¿qué buscas? – preguntó apoyándose en el mesón a mi lado y mirándome, sólo entonces me percaté que de los detalles del chico en cuestión, sí, era guapo, bastante… cabello negro, ojos celestes, casi grises, aspecto desaliñado y completamente vestido de negro, ya saben, la pinta que le verías a un punk, polera de Joy División, botas con cordones, polerón con capucha abierto… la clase de chico que una madre jamás aprobaría que entrase en casa, aunque… quizás la mía en su desesperación por verme con gente le aceptaría.

- Necesito saber dónde se encuentra una sala…

- ¿Eres nueva? – preguntó mientras tamborileaba los dedos y miraba hacia todos lados menos a mi. La pregunta del terror.

- Sí.

- ¿Qué clase buscas?

- Álgebra con el Señor Roberts… - asintió.

- Se donde es… si quieres te llevo.

Hizo una mueca desinteresada, miré un segundo hacia la puerta cerrada donde la secretaria parecía no querer salir, luego lo vi a él. ¿Qué podía perder?

- Vale…

El camino fue en silencio, es decir, en mi acostumbrado estilo de no querer entablar demasiadas relaciones interpersonales no iba a mostrarme como la señorita plática ni mucho menos.

- ¿De dónde te han expulsado? - preguntó de pronto.

- ¿Disculpa? – entonces le escuché reír.

- Tengo un censor especial para detectar a las chicas problemáticas, tú pareces una de ellas…

Lo miré sin dar crédito, sobre todo porque parecía entretenido con su descubrimiento.

- No me han expulsado de ningún lugar.- mentí. ¿Qué acaso andaba con un letrero de neón en la frente que no había notado?

- He estado en St. Benedict, Ashbury, y como ves, Creeks ha sido mi tercera parada… - continuó hablando como si yo no hubiese dicho nada.- Oh, ahí está el aula de Roberts… cuidado con sentarte en los primeros puestos, tiene la costumbre de hablar y escupir al mismo tiempo… - hice una mueca mientras comenzaba a caminar unos pasos aún turbada por la extraña “conversación”.

- ¿Tú no vienes?

- Tomo otra clase…

Nos miramos unos segundos, tratando que mi vista no desviara a su remera de lo más genial, ¿dije que soy una fanática de Joy Division y de toda la música que existía cuando mis padres eran apenas unos niños? Otra razón para no encajar con mis pares, porque además de hablar con los muertos escucho música que sólo a los muertos les gusta, no mi generación.

- ¿Tu nombre? – preguntó metiéndose las manos en los bolsillos.

- Arianne…- dije casi sin pensármelo, quizás todo se debía a que alucinaba con una polera como la de él, ¿podría encontrarla en alguna tienda de Chicago?

- Soy Ian… nos vemos, Arianne…

Le observé voltear y marcharse antes de recordar que estaba retrasada, golpeé suavemente la puerta y un canoso y anciano hombre apareció tras ella.

- Lo siento, soy nueva y…

- Pasa. ¿Tu nombre?

- Arianne Carpenetti.

Pasé y sentí las miradas sobre mi, alcé la vista y me dirigí hacia el puesto más lejano que pude encontrar, por alguna razón sentí que debía hacer caso al consejo de Ian… sonreí al darme cuenta de un detalle, se llamaba Ian, igual que el vocalista de Joy Division: Ian Curtis.

5 comentarios:

  1. Ahhh me encanto!!! tu historia ademas de original es muy atrapante.... de dejaste con unas ganas tremendas de poder seduir leyendo!!! creo q este puede ser un prospero futuro xa ti.

    La idea de la chica diferente es muy interesante, aunq lo q me llamo la atencion es q ella no pueda distinguir de alguien vivo de uno q no. Lo q me hace preguntar... sera q este Ian es un estudiante vivo o no??

    Me encantaria leer el proximo capitulo. Tratare de estar super pendiente!

    Nos leemos

    Cata

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  2. Hola, como te dije por facebook, he leído esta maravillosa historia, creo que me he enganchado, así como con Redención, se que es difícil inspirarse y mas si las historia es propia, pero desde aquí te mando todas mis energias para que la continues, de verdad que la historia promete, espero con ansias locas el próximo capítulo, nos vemos pronto.

    Sarah

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  3. Hola Magda, cómo estás? Bueno, aquí te sigo también.... a ver si piensas que soy acosadora o algo así, jaja!!
    Pero bueno, tu lo has pedido :) Nos leemos!! Gracias por compartir tu talento!!! Me rescata constantemente de mi vida diaria!! :)
    Besos!!
    Titania

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  4. Estoy empezando a leer porque me apareció en el inicio de Facebook y True Blood todavía está cargando y tengo paja de escribir (hablando mal y pronto, queda entre nos igual). Me gusta. Todo lo que involucre gente rara y cosas sobrenaturales me gusta, así que sigo ;) Besitos.

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  5. Hola, vengo de fanfiction jaja me levanté y me puse a leer. La verdad que me gustó mucho el primer capítulo, y lo mejor es que lo que parece ser el futuro amigo de arianne no es el típico chico lindo. Dejo comentarios en todos los capítulos sino te molesta. Suerte!

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